lunes, 5 de enero de 2009

¿Sanidad divina hoy...? 3(Fin)

Extractado del libro Charismatic Chaos de John F. MacArthur Jr.


"Y la gente, unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo las señales que hacía. Porque de muchos que tenían espíritus inmundos, salían éstos dando grandes voces; y muchos paralíticos y cojos eran sanados" (Hch. 8:6,7).

"Y Esteban, lleno de gracia y de poder, hacía grandes prodigios y señales entre el pueblo" (Hch. 6:8).

No hay un sólo lugar en la Escritura que nos diga que este don era practicado por los fieles de las iglesias. Era un don asociado sólo con Cristo, los doce apóstoles, Pablo, los 70, Bernabé, Felipe y Esteban. Estos tres últimos trabajaron íntimamente con los apóstoles.

El capítulo 3 de Hechos ilustra claramente cómo el don de sanidad ayudó a los apóstoles a proclamar su mensaje. Dice la Escritura que "Pedro y Juan subían juntos al templo a la hora novena, la de la oración. Y era traído un hombre cojo de nacimiento, a quien ponían cada día a la puerta del templo que se llama la Hermosa, para que pidiese limosna de los que entraban en el templo. Este, cuando vio a Pedro y a Juan que iban a entrar en el templo, les rogaba que le diesen limosna. Pedro, con Juan, fijando en él los ojos, le dijo: Míranos. Entonces él les estuvo atento, esperando recibir de ellos algo. Mas Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda" (Hch. 3:1-6).

La noticia se propagó de inmediato y pronto se congregó una multitud. Todos conocían al hombre cojo que había pedido limosnas en la puerta del templo por años. Pedro aprovechó la oportunidad y se dirigió a la multitud, diciéndoles: "Varones israelitas, ¿por qué os maravilláis de esto? ¿o por qué ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiésemos hecho andar a éste? El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su Hijo Jesús, a quien vosotros entregasteis y negasteis delante de Pilato, cuando éste había resuelto ponerle en libertad... Y por la fe en su nombre, a éste, que vosotros veis y conocéis, le ha confirmado su nombre; y la fe que es por él ha dado a éste esta completa sanidad en presencia de todos vosotros" (Hch. 3:12, 13, 16).

Es crucial entender el impacto de las palabras de Pedro y el efecto del milagro ante la audiencia. Pedro estaba hablándole al pueblo judío que había estado esperando ansiosamente a su Mesías a lo largo de toda su vida. Supóngase que Pedro simplemente les hubiera dicho: «Jesucristo, ese a quien ustedes crucificaron hace unos meses, era el Mesías de Israel. Crean en él».

¿Cómo cree que habrían recibido ese mensaje? Habría sido algo ofensivo y repulsivo para cualquier judío del primer siglo. Era algo completamente impensable para los israelitas, que su Mesías hubiera sido crucificado como un vulgar criminal. El judío típico creía que el Mesías habría de venir en poder y gloria para acabar con el yugo de los odiados romanos que tenían sometida a Palestina.

Si Pedro no hubiera sanado al cojo, nadie le habría prestado atención. Pero como realizó este milagro muchos se sintieron conmovidos. Según Hechos 4:4 "...muchos de los que habían oído la palabra, creyeron; y el número de los varones era como cinco mil".

La Iglesia se originó en Pentecostés. Había llegado una nueva era y Dios le otorgó habilidades milagrosas a sus apóstoles para ayudarlos a que proclamaran su mensaje. De hecho, podemos ver que los apóstoles manifestaron los mismos seis factores que caracterizaron los milagros de Jesús.

1. Los apóstoles sanaban con una palabra o por contacto

Leemos en Hechos 9:32-35: "Aconteció que Pedro, visitando a todos, vino también a los santos que habitaban en Lida. Y halló allí a uno que se llamaba Eneas, que hacía ocho años que estaba en cama, pues era paralítico. Y le dijo Pedro: Eneas, Jesucristo te sana; levántate, y haz tu cama. Y en seguida se levantó. Y le vieron todos los que habitaban en Lida y en Sarón, los cuales se convirtieron al Señor".

Cuando Pablo estaba en la isla de Malta: "Y aconteció que el padre de Publio estaba en cama, enfermo de fiebre y de disentería; y entró Pablo a verle, y después de haber orado, le impuso las manos, y le sanó" (Hch. 28:8).

2. Los apóstoles sanaban de inmediato

El mendigo que estaba ante la puerta del templo fue sanado de inmediato: "Y saltando, se puso en pie y anduvo; y entró con ellos en el templo, andando, y saltando, y alabando a Dios" (Hch. 3:8). No hubo necesidad de hacerle terapia, ni rehabilitación extra. El hombre fue curado al instante después de haber sido un inválido toda su vida.

3. Los apóstoles sanaban por completo

Vemos esto en la curación del cojo registrada en el capítulo 3 de Hechos que acabé de mencionar al igual que en la curación de Eneas. La Escritura es muy significativa cuando dice de Eneas, que "en seguida se levantó". Al igual que todas las sanidades que hizo el Señor Jesucristo, las de los apóstoles también eran completas. No era nada progresivo, ni síntomas recurrentes o mejoría lenta.

4. Los apóstoles sanaban a todos

Los apóstoles hicieron muchas señales y prodigios y eran tenidos en alta estima: "Y por la mano de los apóstoles se hacían muchas señales y prodigios en el pueblo; y estaban todos unánimes en el pórtico de Salomón. De los demás, ninguno se atrevía a juntarse con ellos; mas el pueblo los alababa grandemente. Y los que creían en el Señor aumentaban más, gran número así de hombres como de mujeres; tanto que sacaban los enfermos a las calles, y los ponían en camas y lechos, para que al pasar Pedro, a lo menos su sombra cayese sobre alguno de ellos. Y aun de las ciudades vecinas muchos venían a Jerusalén, trayendo enfermos y atormentados de espíritus inmundos; y todos eran sanados" (Hch. 5:12-16).

Dice el registro sagrado que luego que Pablo sanó al padre de Publio, "Hecho esto, también los otros que en la isla tenían enfermedades, venían, y eran sanados" (Hch. 28:9).

5. Los apóstoles curaban enfermedades orgánicas

Ellos no trataban con síntomas funcionales o problemas sicosomáticos. El hombre a las puertas del templo tendría aproximadamente 40 años y era cojo de nacimiento. El padre de Publio tenía disentería, una enfermedad orgánica.

6. Los apóstoles también resucitaron a los muertos

El libro de Hechos cuenta cómo Pedro resucitó a Tabita, Dorcas: "Había entonces en Jope una discípula llamada Tabita, que traducido quiere decir, Dorcas. Esta abundaba en buenas obras y en limosnas que hacía. Y aconteció que en aquellos días enfermó y murió. Después de lavada, la pusieron en una sala. Y como Lida estaba cerca de Jope, los discípulos, oyendo que Pedro estaba allí, le enviaron dos hombres, a rogarle: No tardes en venir a nosotros. Levantándose entonces Pedro, fue con ellos; y cuando llegó, le llevaron a la sala, donde le rodearon todas las viudas, llorando y mostrando las túnicas y los vestidos que Dorcas hacía cuando estaba con ellas. Entonces, sacando a todos, Pedro se puso de rodillas y oró; y volviéndose al cuerpo, dijo: Tabita, levántate. Y ella abrió los ojos, y al ver a Pedro, se incorporó. Y él, dándole la mano, la levantó; entonces, llamando a los santos y a las viudas, la presentó viva. Esto fue notorio en toda Jope, y muchos creyeron en el Señor" (Hch. 9:36-42). Note lo que dice el último versículo que "esto fue notorio en toda Jope, y muchos creyeron en el Señor". Una vez más vemos que un milagro sirvió para darle credibilidad al mensaje del evangelio.

Pablo también resucitó a una persona: "Y un joven llamado Eutico, que estaba sentado en la ventana, rendido de un sueño profundo, por cuanto Pablo disertaba largamente, vencido del sueño cayó del tercer piso abajo, y fue levantado muerto. Entonces descendió Pablo y se echó sobre él, y abrazándole, dijo: No os alarméis, pues está vivo. Después de haber subido, y partido el pan y comido, habló largamente hasta el alba; y así salió. Y llevaron al joven vivo, y fueron grandemente consolados" (Hch. 20:9-12).

A pesar de todos los reclamos que se hacen sobre supuestas sanidades, no hay una sola persona que haya exhibido jamás estas seis características en su ministerio de sanidad.

El don de sanidad se acabó, pero el Señor continúa sanando

El don de sanidad fue una de las señales milagrosas otorgadas por Dios para ayudar a los apóstoles a confirmar la autoridad del mensaje del evangelio en los primeros años de la Iglesia. Una vez se completó la Palabra de Dios, las señales cesaron. Ya no eran necesarios los milagros. Los apóstoles los usaron como una señal poderosa para convencer a las personas de la validez del mensaje del evangelio.

Luego notamos que dice Pablo en Filipenses 2:25-27: "Mas tuve por necesario enviaros a Epafrodito, mi hermano y colaborador y compañero de milicia, vuestro mensajero, y ministrador de mis necesidades; porque él tenía gran deseo de veros a todos vosotros, y gravemente se angustió porque habíais oído que había enfermado. Pues en verdad estuvo enfermo, a punto de morir; pero Dios tuvo misericordia de él, y no solamente de él, sino también de mí, para que yo no tuviese tristeza sobre tristeza". Notamos que aquí hace mención a su querido amigo Epafrodito, quien estuvo muy enfermo. Pero si Pablo tenía el don para sanar, ¿por qué no curó a Epafrodito? Tal vez porque ya el don había desaparecido. O tal vez Pablo se rehusó hacer uso de él para no pervertirlo usándolo para su propia conveniencia. De cualquier manera, no estaba en el propósito de Dios que Epafrodito fuera curado en virtud del don de sanidad. El don no fue otorgado para que los cristianos se mantuvieran saludables, sino como una señal para los incrédulos, para convencerlos de que el evangelio era una verdad divina.

Encontramos un caso similar en 2 Timoteo 4:20, donde Pablo dice: "Erasto se quedó en Corinto, y a Trófimo dejé en Mileto enfermo". ¿Por qué Pablo dejó a uno de sus buenos amigos enfermo en Mileto? ¿Por qué no le curó? Sencillamente, porque ese no era el propósito del don de sanidad. He aquí otro caso similar, donde Pablo le da este consejo a su discípulo Timoteo: "Ya no bebas agua, sino usa de un poco de vino por causa de tu estómago y de tus frecuentes enfermedades" (1 Ti. 5:23). También dijo Pablo refiriéndose a sí mismo: "Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera" (2 Co. 12:7).

Vuelvo a recalcar, la sanidad era un don milagroso otorgado por Dios para un propósito específico, de ninguna manera era una forma de mantener a la comunidad cristiana en perfecta salud. Pese a todo, la mayoría de carismáticos enseñan que Dios desea que todos los cristianos disfruten de salud. Si eso fuera cierto, en primer lugar ¿por qué permite Dios que los cristianos se enfermen? A pesar de las pruebas, cuando algún hermano o hermana tiene una salud pobre, siempre lo acusan "o de falta de fe, o de tener pecados ocultos".

En un mundo en que los creyentes estamos sujetos a las consecuencias del pecado, ¿por qué vamos a suponer que está excluido el sufrimiento? Si cada cristiano disfrutara de bienestar y salud, si la salud perfecta fuera un beneficio garantizado de la expiación, millones estarían corriendo para ser salvos por las razones equivocadas. Dios desea que las personas se acerquen a él, arrepentidos de sus pecados y para su gloria, no porque le ven como una panacea para sus enfermedades físicas.

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