jueves, 31 de julio de 2008

La soberania de Dios y la responsabilidad humana.

Este es un estudio que responde dudas sobre el Calvinismo v.s Arminianismo.

LA SOBERANÍA DE DIOS
Y LA RESPONSABILIDAD DEL HOMBRE

EN EL CASO DE FARAÓN

William Kelly (1)


La TABLA adjunta fue desarrollada a fin de resolver las dificultades de una persona que insistía en el hecho de que si por un soberano decreto de Dios, cierto número de personas solamente serían salvas, por una conclusión natural, el resto, por similar decreto, se perdería, independientemente de cuáles hayan sido sus opiniones o caminos. De seguro que si sacamos nuestras deducciones conforme a las ideas de los hombres, el anterior razonamiento sería ése. Pero la fe no descansa sobre deducciones. Los hombres deducen nociones que a menudo chocan con claros pasajes bíblicos que las contradicen. En la naturaleza tienen lugar muchos fenómenos que vemos y creemos, pero que no entendemos, y acerca de los cuales no podemos razonar. Si nuestras mentes son formadas por la Palabra de Dios y conforme a ella, hallaremos que el hombre es siempre tenido como un ser responsable, y es juzgado y condenado por sus propios pecados, y no por ningún predeterminado decreto de Dios. DESCRIPCIÓN DE LA TABLA Antes de continuar, sería bueno que examinásemos la tabla, la cual presenta de forma notable los propósitos de Dios y la responsabilidad del hombre.
De los 19 pasajes del Éxodo descritos, todas las autoridades están de acuerdo en que nueve de ellas, esto es, los números 1,2,9,12,13,14,15,17 y 18, atribuyen el endurecimiento de Faraón a la voluntad de Jehová. El número 19 no dice nada de Faraón mismo, sino sólo de los egipcios en general.
Los restantes, números, el 6, 7 y 10, atribuyen el endurecimiento al rey mismo.
A estos últimos, debemos, sin embargo añadir el número 16, el cual, ya por la traducción de Young[2], ya por la que realiza la Englishman’s Hebrew Concordance, se trata claramente del acto de Faraón.
El resto, números 4, 5, 8 y 11, mencionan el endurecimiento como un hecho, sin especificar el agente.
El único que falta, el número 3, es exactamente de la misma forma hebrea que los números 5 y 11, y ha de ser añadido a esos números, y son así traducidos por Young, la Vulgata y Arias Montano[3].
Para resumir el endurecimiento de Faraón: nueve veces se lo atribuye al Señor; a lo cual debemos agregar una vez más, el número 19, junto con los egipcios en general; cuatro veces se lo atribuye al mismo Faraón; y cinco veces no se detalla la agencia. RESPONSABILIDAD DE FARAÓN El Señor actúa siempre para su propia gloria y nombre. “Porque la Escritura dice a Faraón: Para esto mismo te he levantado, para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado por toda la tierra” (Romanos 9:17). Sin embargo, el rey de Egipto era responsable, siendo testigos de ello su propio pueblo e incluso las naciones vecinas.
Primero tenemos Éxodo 8:19: “Entonces los hechiceros dijeron a Faraón: Dedo de Dios es éste.” En segundo lugar, “de los siervos de Faraón, el que tuvo temor de la palabra de Jehová hizo huir sus criados y su ganado a casa” (9:20). En tercer lugar “los siervos de Faraón le dijeron: ¿Hasta cuándo será este hombre un lazo para nosotros? Deja ir a estos hombres, para que sirvan a Jehová su Dios” (10:7). En cuarto lugar “También Moisés era tenido por gran varón en la tierra de Egipto, a los ojos de los siervos de Faraón, y a los ojos de los siervos de Faraón, y a los ojos del pueblo” (11:3). Suficiente prueba es esto de que estos juicios estaban en boca de toda clase de personas, hecho más notoriamente acentuado eventualmente por el juicio de los primogénitos. Y más terriblemente aún cuando los egipcios fueron derribados en el mar Rojo, cuando dijo Jehová: “Y seré glorificado en Faraón y en todo su ejército, y sabrán los egipcios que yo soy Jehová” (14:4). Y de nuevo cuando el pueblo dijo: “Huyamos de delante de Israel, porque Jehová pelea por ellos contra los egipcios” (14:25). ¿Acaso esta gran liberación del pueblo de Israel, no constituyó el interminable tema de alabanza desde Éxodo 15 hasta el final de su historia? Léase Salmos 78, 105, 106, etc. TESTIMONIO DE LAS NACIONES VECINAS SOBRE FARAÓN ¿Qué pensaban las naciones vecinas de la liberación de Israel, ya en cuanto a la difusión del Nombre del Señor, ya en cuanto a Faraón mismo? ¿Acaso ellos consideraron a Faraón como un tronco o una piedra, sin ninguna responsabilidad? ¿Acaso lo consideraron como una bestia sin conciencia? Dejemos que la Escritura dé testimonio: TESTIMONIO DE RAHAB SOBRE FARAÓN Primeramente vemos las puertas atrancadas de Jericó con sus cerrojos, y el testimonio de Rahab: “Sé que Jehová os ha dado esta tierra; porque el temor de vosotros ha caído sobre nosotros... Porque hemos oído que Jehová hizo secar las aguas del Mar Rojo delante de vosotros cuando salisteis de Egipto... Oyendo esto, ha desmayado (lit. “se ha derretido”) nuestro corazón... porque Jehová vuestro Dios es Dios arriba en los cielos y abajo en la tierra” (Josué 2:9-11). Lo cual era una reproche a los israelitas por no haber subido desde el primer momento, como si Dios, cuando da una orden, no pusiera las cosas en marcha para su cumplimiento. Esta mujer menciona el paso del mar Rojo, que había tenido lugar cuarenta años antes, como un evento que llenaba de terror a las naciones cananeas. De modo que, desde el principio, el camino estaba abierto en la tierra. TESTIMONIO DE LOS FILISTEOS SOBRE FARAÓN Los filisteos nos ofrecen otro sorprendente testimonio contra Faraón. El arca de Dios estaba con ellos, y se trataba de una cuestión de cómo librarse de ella, y de una ofrenda para Jehová (1 Samuel 6:6). Se convoca a los sacerdotes y a los adivinos. Ellos recomiendan al pueblo “dar gloria al Dios de Israel... ¿Por qué endurecéis vuestro corazón, como los egipcios y Faraón endurecieron su corazón? Después que los había tratado así, ¿no los dejaron ir, y se fueron?” Aquí no sólo tenemos un testimonio del hecho del Éxodo, dado trescientos cincuenta años más tarde, sino también un reconocimiento de los sacerdotes de una nación extranjera, de la perversa conducta de Faraón. Los enemigos naturales de Israel, independientemente de los secretos propósitos de Dios revelados a Moisés, concluyeron que el rey de Egipto fue justamente juzgado por haber endurecido su corazón contra el Dios de Israel. Jehová intervino judicialmente a favor de su pueblo. Y cuando esta intervención tuvo lugar, Faraón, el opresor, rehusó aún reconocer la mano de Uno más poderoso que él, a pesar del testimonio de los hechiceros y de sus nobles, y de la devastación y miseria que había provocado su obstinación. Su sentimiento todavía era: “¿Quién es Jehová, para que yo oiga su voz y deje ir a Israel? Yo no conozco a Jehová, ni tampoco dejaré ir a Israel” (Éxodo 5:2). ROMANOS 9:22-23 Unas palabras más serán suficientes para completar el tema de los soberanos propósitos de Dios y la responsabilidad del hombre. Si leemos Romanos 9, encontraremos que mientras que los elegidos son vasos preparados de antemano para gloria, no es así con los malvados; es decir, que estos últimos no fueron de la misma manera preparados de antemano para destrucción, sino que son juzgados por su conducta. “Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados (kathrtisme‰na) para destrucción, y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que él preparó de antemano para gloria” (9:22-23).
En el caso de los malvados, lejos de haber sido elegidos para miseria eterna, hallamos que Dios los soporta, como vasos de ira, con mucha longanimidad, los cuales no han sido preparados por Él para destrucción, sino que lo fueron por sus propias obras. La palabra katarti˘zw significa corregir, reparar, enmendar. En su forma participia, como está aquí, significa dispuestos, preparados. El vocablo no supone un decreto de Dios, sino una obra del hombre. Si bien es cierto que los cristianos han sido “escogidos en Cristo antes de la fundación del mundo” (Efesios 1:4), y que lo fueron “para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado” (v. 6), y si bien también es cierto que durante sus vidas, ellos reciben el llamado (“a los que predestinó, a estos también llamó” Romanos 8:30), y “no sólo de los judíos, sino también de los gentiles” (Romanos 9:24), no obstante, nunca sería correcto afirmar que los pecadores perdidos fueron elegidos de una forma paralela para reprobación. No. En 2.ª Tesalonicenses 2:11-12, leemos: “Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira, a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia.” Es evidente que los condenados lo son por causa de no haber creído la verdad, y no que ellos fueron elegidos para condenación. Esto nos conduce a otro punto en relación con los malvados. Está claro que hay un endurecimiento judicial de parte de Dios después de mucha longanimidad. Eso es lo que ocurrió con Faraón. Eso fue lo que ocurrió también con la nación judía cuando Cristo estuvo en la tierra. “Engruesa el corazón de este pueblo, y agrava sus oídos, y ciega sus ojos, para que no vea con sus ojos, ni oiga con sus oídos, ni su corazón entienda, ni se convierta, y haya para él sanidad” (Isaías 6:11). Este anuncio profético de su ceguera, escrito más de setecientos años antes, se hizo eficaz a la postre por boca de Cristo. Y Pablo, siguiéndoles por lejanos países, aplicó de nuevo en Roma estas palabras acerca de ellos: “Bien habló el Espíritu Santo por medio del profeta Isaías a nuestros padres, diciendo: Vé a este pueblo, y diles: De oído oiréis, y no entenderéis; y viendo veréis, y no percibiréis” (Hechos 28:25-28). Y ¿no es solemne el hecho de que ésta será la última condición de la Cristiandad apóstata, tal como lo vimos en 2 Tesalonicenses, pero veamos ahora 2:7-12? Una ceguera y un endurecimiento judiciales, después de mucha longanimidad por parte de Dios, y eso por centurias. ¿Habrá acaso alguna persona entre aquellos que vivieron en medio de los privilegios del Evangelio, que le echará la culpa a Dios por esta condenación? No. Toda boca será refrenada, y los hombres partirán a un lugar originalmente preparado, no para los malvados que no se arrepintieron, sino para el diablo y sus ángeles (Mateo 25:41). CONCLUSIÓN Observemos que si bien creemos ambas declaraciones, es decir, la soberanía divina y la responsabilidad humana, no pretendemos reconciliarlas de una manera lógica. Tal vez nunca fue la intención de Dios que hiciéramos tal cosa en este mundo como seres finitos. Hay abundantes paradojas dentro del ámbito de nuestra existencia, que creemos, pero que no conciliamos. Si es así en relación con los asuntos del mundo de abajo, ¿no habrá nada que hayamos de creer sin poder reconciliar dentro de las regiones de arriba? Sometámonos con indubitable obediencia a la Palabra del Dios viviente y confiemos plenamente en ella. Creamos lo que se encuentra en ella, y dejemos que nuestro bendito Señor nos explique las aparentes discrepancias que están allí, si así le place hacerlo. Habrá dificultades, y encontraremos “cosas difíciles de entender”, pero sólo los indoctos e inconstantes las tuercen para su propia destrucción (2. Pedro 3:16). Por último, es perfectamente cierto que aquellos que son salvos, lo son por gracia, en virtud del amor de Dios que los eligió, y que aquellos que se pierden dentro del mismo recinto donde esa gracia opera, se pierden por sus propios pecados solamente.

Deben los cristianos seguir pidiendo perdon por sus pecados?

Puesto que esta es una pregunta que constantemente asalta a los cristianos he aqui la respuesta de la Biblia.
¿Deben los cristianos seguir pidiendo perdón por sus pecados?
Pregunta: "¿Deben los cristianos seguir pidiendo perdón por sus pecados?"Respuesta: Una pregunta frecuente es “¿Qué sucede si peco, y luego muero antes de tener la oportunidad de confesarle ese pecado a Dios?” Otra pregunta común es, “¿Qué sucede si cometo un pecado, pero luego lo olvido, y nunca lo recuerdo para confesarlo a Dios?” Ambas preguntas se basan en una falsa suposición. La salvación no se trata de creyentes tratando de confesar y arrepentirse de cada pecado que cometan antes de morir. La salvación no está basada en si los cristianos han confesado y se han arrepentido de cada pecado. Si, debemos confesar nuestros pecados a Dios tan pronto como nos demos cuenta de que hemos pecado. Sin embargo, no siempre necesitamos pedir perdón a Dios. Cuando ponemos nuestra fe en Jesucristo para salvación, TODOS nuestros pecados son perdonados. Jesús murió para pagar el castigo por todos nuestros pecados, y cuando son perdonados, esto incluye el perdón por todos ellos. (Colosenses 1:14; Hechos 10:43).Lo que debemos hacer es confesar nuestros pecados: “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.” (1 Juan 1:9). Por favor noten que esta Escritura no menciona el pedir perdón a Dios. En ninguna parte de la Escritura se enseña que los creyentes en Cristo pidan perdón a Dios. Lo que 1 Juan 1:9 nos dice que hagamos es “confesar” nuestros pecados a Dios. La palabra “confesar” significa “estar de acuerdo con.” Cuando confesamos nuestros pecados a Dios, nosotros concordamos con Dios que hicimos mal, que hemos pecado. Dios nos perdona, a través de la confesión, sobre la constante base del hecho de que Él es “fiel y justo.” ¿Cómo es Dios “fiel y justo?” Él es fiel al perdonar los pecados, cosa que Él había prometido hacer por todos aquellos que reciben a Cristo como Salvador. Él es justo al aplicar el pago de Jesucristo por nuestros pecados, reconociendo que los pecados ya han sido expiados. Sin embargo 1 Juan 1:9, indica que de alguna manera el perdón depende de que nosotros confesemos nuestros pecados a Dios. ¿Cómo funciona esto, si todos nuestros pecados son perdonados al momento de recibir a Cristo como Salvador? Parece que lo que el apóstol Juan está describiendo aquí es el perdón “por relación.” Todos nuestros pecados son perdonados “posicionalmente” al momento que recibimos a Cristo como Salvador. Este perdón “posicional” garantiza nuestra salvación y nos promete un hogar eterno en el Cielo. Cuando estemos ante Dios después de la muerte, Dios no nos negará la entrada el Cielo por nuestros pecados. Este es el perdón “posicional”. El concepto de perdón “por relación” está basado en el hecho de que cuando pecamos, ofendemos a Dios y contristamos a Su Espíritu (Efesios 4:30). Aunque Dios ya nos ha perdonado todos los pecados que hemos cometido, aún así esto resulta en un bloqueo u obstáculo de nuestra relación con Dios. Un joven que peca contra su padre no es echado de la familia. Un padre piadoso perdonará a su hijo incondicionalmente. Al mismo tiempo, no puede alcanzarse una buena relación entre el padre y el hijo, hasta que esa relación sea restaurada. Esto solo puede ocurrir cuando el hijo confiesa sus errores a su padre, y se disculpa. Esto es por lo que confesamos nuestros pecados a Dios... no para mantener nuestra salvación, sino para regresar a la íntima relación con el Dios que nos ama, y que ya nos ha perdonado.

martes, 29 de julio de 2008

Justificacion por fe.

Amados en el Senor,espero les ayude este tremendo estudio en especial sobre el tan discutido tema de la Justificacion,si es por fe o por obras.

JUSTIFICACIÓN POR LA FE
"Mas al que no hace obra, sino que cree en aquel que justifica al impío, la fe le es contada por justicia." -Romanos 4:5.
De que manera podrá justificarse el pecador delante de Dios - este es asunto de trascendental importancia. En él radica el cimiento de toda nuestra esperanza, puesto que mientras que estemos en enemistad para con Dios, no puede haber paz verdadera ni gozo perdurable, en esta vida ni en la eternidad.
Y sin embargo, ¡cuán poco se ha entendido este asunto! ¡qué ideas tan confusas tienen muchos acerca de él! A la verdad, no solo confusas, sino a menudo enteramente falsos, tan apartadas de la verdad, como a las tinieblas de la luz; nociones totalmente contrarias a los oráculos de Dios y a toda la analogía de la fe.
I. POR QUE NECESITA EL HOMBRE SER JUSTIFICADO DELANTE DE DIOS
1. Dios hizo el hombre a su propia imagen y semejanza. De consiguiente, el hombre era puro, exento de toda mancha de pecado. No conocía pecado de ninguna clase ni de ningún grado, sino que era limpio y libre de pecado en su carácter y en su conducta.
2. Al hombre así perfecto y justo, Dios le dio una ley perfecta, y demandó de él obediencia perfecta, cabal y constante. No había lugar a ninguna falta. Y realmente no podía haberla, pues el hombre estaba capacitado para cumplir completamente con su cometido en toda buena palabra y obra.
3. Y pareció bien a Dios añadir a toda la ley del amor, esta ley_ positiva: "De todo árbol del huerto comerás; pero del árbol de conocimiento del bien y del mal, no comerás de él." (Génesis 2:16,17).
4. Continuaría para siempre en esta ley del amor, si sólo obedecía a Dios en todas das cosas. Pero si desobedecía, entonces perdería todo. Dios había dicho: "Porque el día que de él comieres, ese día morirás." (Génesis 2:17).
5. Y el hombre desobedeció a Dios; y ese mismo día el hombre fue condenado por el justo juicio de Dios. La sentencia anunciada se ejecutó. En el momento en que probó ese fruto, el hombre murió. Es decir, su alma quedó separada de Dios, sin vida, como tampoco la tiene el cuerpo del cual se ha separado el alma. Y así, muerto en espíritu, muerto para con Dios, muerto en pecado, el hombre inició su raudo camino hacia la muerte eterna, la destrucción cuyo fuego jamás se apagará.
6. Fue así como "el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte". Y fue así como "la muerte pasó a todos los hombres, pues que todos pecaron" (Romanos 5:12 etc.). Todos prevaricamos en aquel que era el progenitor y responsable de todos nosotros.
Cómo obró Dios la justificación?
7. En esta condición nos hallábamos todos, cuando "de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Juan 3:16). El se hizo hombre, el segundo progenitor y representante de toda la humanidad. Y fue así como "el Señor cargó en él el pecado de todos nosotros", y que él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados, y por su llaga fuimos nosotros curados" (Isaías 53:5,6). El puso su vida en expiación por el pecado, llevando él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero (Isaías 53:10; 1 Pedro 2:25). Y por esa oblación de sí mismo, ofrecida una vez, él me ha redimido, a mí y a todos los hombres; pues con ella hizo él "un completo, perfecto y suficiente sacrificio y satisfacción por los pecados de todo el mundo".
8. Debido, pues, a que el Hijo de Dios probó la muerte por todos los hombres (Hebreos 2:9), Dios ahora ha reconciliado al mundo consigo mismo, no imputándole sus pecados (2 Corintios 5:19); y Dios mismo promete, bajo una sola condición, remitir el castigo que nuestros pecados merecen, y dar a nuestra alma muerta la vida espiritual.
9. Esta es, pues, la base general de la doctrina de la justificación. Por el pecado del primer Adán, que no sólo era el padre, sino también el Representante de todos nosotros, fuimos hechos hijos de ira, o como le expresa el Apóstol: "vino el juicio a todos los hombres para condenación" (Romanos 5:18). De igual manera, en virtud del sacrificio por el pecado, hecho por el segundo ..Adán, como Representante de todos nosotros, Dios se ha reconciliado con todo el mundo, al grado de darnos un nuevo pacto, cuya sencilla condición, una vez cumplida, hace que seamos "justificados gratuitamente por su gracia, por la redención que es en Cristo Jesús" (Romanos 3:23).
II. QUE COSA ES LA JUSTIFICACION
1. La justificación no significa que el hombre sea hecho justo y recto. Esto es la santificación, la cual en cierto grado es el fruto de la justificación, pero la cual es un don de Dios distinto y de diferente naturaleza. Aquella representa: lo que Dios hizo por nosotros por medio de su Hijo; y ésta, lo que él obra en nosotros por medio de su Espíritu. Así es cómo en general San Pablo y los demás escritores inspirados distinguen con suficiente claridad, un término del otro.
Qué cosa no es la justificación
2. La justificación no significa fundamentalmente que seamos exonerados de las acusaciones de Satanás. No se puede negar que él es el "acusador de los hombres", según se de llama categóricamente (Job 1:8-11; 2:3-5; Zacarías 3:1; Apocalipsis 12:10. Pero de ninguna manera parece que el gran Apóstol conciba así la justificación, como se puede ver en los pasajes que sobre ella él escribió a los Romanos y a los Gálatas.
3. Tampoco significa fundamentalmente que seamos exonerados de las acusaciones que contra nosotros endereza la Ley. Hemos quebrantado la Ley de Dios, y por tanto, merecemos la condenación del infierno. Pero el hecho de que Dios no ejecute sobre los justificados el castigo que merecen sus pecado, no significa que esto se deba a que haya callado la Ley su acusación.
4. Y mucho menos significa que Dios se engañe a sí mismo en aquellos a los cuales él justifica; esto es, que piense que son lo que en verdad no son. De ninguna manera significa que Dios se forme de nosotros un juicio contrario a la verdadera naturaleza de las cosas; que él nos tenga en mejor estima de lo que somos en realidad, que nos crea justos siendo nosotros injustos. Ciertamente que no. El juicio del Dios omnisciente es siempre conforme a la verdad. Y por tanto, tampoco significa que él piense que yo soy inocente, o que juzgue que yo soy recto y santo, porque otro lo sea. En su infalible sabiduría, él no me puede confundir con Cristo, de igual manera que tampoco me puede confundir con David o con Abraham.
Justificación significa perdón
5. Las Escrituras conciben claramente la justificación como perdón: la remisión del castigo del pecado. Es el acto de Dios Padre, que consiste en que por los méritos de la propiciación hecha por la sangre del Hijo, él manifiesta "su justicia, a cause de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados" (Romanos 3:25 ) .
Esta es la sencilla relación que San Pablo da de la justificación en toda esta epístola, suya a los Romanos. En uno de los versículos que siguen a nuestro texto, él escribe: "Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, y cuyos pecados son cubiertos. Bienaventurado el varón al cual el Señor no imputará pecado." (Romanos 9:7,8). Lo cual significa que al que está justificado o perdonado, Dios no le toma en cuenta el pecado pare condenación. Todos sus pecados pasados, de pensamiento, palabra y obra, son borrados, y jamás se le echarán en cara, serán como si no hubieran sido. Dios no ejecutará en el pecador el castigo que éste merece sufrir, porque el Hijo amado de Dios ha sufrido por el pecador. Y desde el momento en que él nos hace "aceptos en el Amado, en el cual tenemos redención por su sangre, la remisión de pecados por las riquezas de su gracia" (Efesios 1:6,7), él nos ama y nos bendice y cuida de nosotros pare bien, como si nunca hubiéramos pecado.
III. QUIENES SON JUSTIFICADOS
1. El Apóstol nos dice claramente en nuestro texto que Dios "justifica al impío": los impíos de toda clase de impiedad, de todo grado de impiedad, y solamente dos impíos. Los justos "no necesitan arrepentimiento" (Lucas 15:7), y por tanto tampoco necesitan perdón. De consiguiente, solo los pecadores son perdonados.
2. Esto es lo que olvidan aquellos que pretenden enseñar que el hombre debe ser santificado antes de ser justificado, o sea, que la entera santidad y obediencia deben preceder a la justificación. Pero Dios perdona no al santo, sino al pecador como pecador. Dios justifica no al que es bueno y santo, sino al que es impío y pecador.
3. ¿Acaso busca el Buen Pastor a los que ya están a salvo en el aprisco? No; él busca y salva a los perdidos (Lucas 15:4; 19:10), a pecadores de toda clase y de todo grado de maldad, hombres totalmente impíos, carentes del amor de Dios, en los cuales no hay ningún bien.
4. Los que gimen bajo el peso de la ira de Dios, son los que necesitan el perdón; aquellos que ya están condenados, no sólo por Dios, sino también por su propia conciencia, y por otros mil testigos, de toda su iniquidad; aquellos que no han hecho ni una sola obra buena, sino sólo el mal y siempre el mal.
5. Y si alguno objetare que "el hombre, antes de ser justificado, puede hacer obras buenas", la respuesta es: Puede hacer obras buenas en el sentido de que sean provechosas a los demás; pero esto no significa que sean buenas de sí mismas, ni que sean buenas delante de Dios. Dios justifica "al que no hace obras", "al impío" (Romanos 4:5) ; por tanto, las obras que haga el impío, por muy buenas que parezcan, y por mucho bien que hagan, no son aceptables delante de Dios para justificación, porque no brotan de la fe en Cristo Jesús, sino que tienen en realidad la naturaleza del pecado.
6. Ninguna obra es buena, si no es hecha como Dios quiere y manda. Pero antes de la justificación, ninguna obra es hecha como Dios quiere y manda, porque Dios quiere y manda que toda obra, sea hecha en su amor, y el impío no puede hacer estas obras, porque el amor de Dios no está en él mientras no reciba el Espíritu de adopción por el cual llame a Dios su Padre (Romanos 8:15). De consiguiente, ninguna obra hecha antes de la justificación es realmente buena y acepta delante de Dios.
IV. QUE CONDICIONES SE EXIGEN PARA QUE EL HOMBRE SEA JUSTIFICADO
1. Una sola, y- ésta es la fe: "al que no hace obras, pero cree en aquel que justifica ail impío, la fe es contada por justicia" (Romanos 4:5). Porque la justicia de Dios es por la fe de Cristo Jesús, para todo aquel que cree en él; al cual Dios ha puesto en propiciación por la fe en su sangre; para que él, que es el Justo, y conforme a su justicia, justifique al que cree en Jesús (Romanos 3 :22-26) . "Así que, concluimos ser el hombre justificado por la fe, sin las obras de la Ley." (Vs. 28.)
"¿Luego, deshacemos la Ley, por la fe? En ninguna manera; antes, establecemos la Ley." (Vs. 31.) ¿Cuál ley estable cemos por la fe? ¿La ley ceremonial de Moisés? No; sino la grande a inmutable ley del amor, el santo amor de Dios y de nuestro prójimo.
2. Esta fe por medio de la cual somos justificados, es no sólo la divina evidencia o convicción de que "Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo a sí mismo" (2 Corintios 5:19), sino que es también la firme confianza y seguridad de que Cristo murió por mis pecados, y que él me amó y se entregó a sí mismo por mí (Gálatas 2:20).
3. Para describir el carácter de esta fe, no puedo hacerlo mejor que en aquellas palabras que dicen: "El único medio de la salvación es la fe; es decir, la firme confianza y seguridad de que Dios ha perdonado y perdonará nuestros pecados, y que nos ha vuelto a recibir a su favor, por los méritos de la pasión y muerte de Cristo." (Sermón sobre la Pasión de Cristo, del Segundo Libro de las Homilías de la Iglesia de Inglaterra. )
4. Mientras estemos sin esta fe, somos "extranjeros a los pactos de la promesa.", y estamos "sin esperanza y sin Dios en el mundo" (Efesios 2:12). Cualesquiera virtudes que tenga el hombre, cualesquiera obras buenas que él haga, de nada le aprovechan; aún es hijo de ira, está bajo maldición, hasta que crea en Jesús su Salvador.
5. Notemos con cuidado que en el preciso instante en que Dios da la fe (pues ésta "es don de Dios", Efesios 2:8). "al impío", "al que no hace obras", "la fe le es contada por justicia" (Romanos 4:5). No que Dios piense que el impío es lo que no es; sino que así como él hizo a Cristo pecador por nosotros (2 Corintios 5:2), esto es, lo trató como pecador, castigándolo por nuestros pecados, así también él nos cuenta por justos, desde el momento en que creemos en él. Esto es, é1 no nos castiga por nuestros pecados, sino que nos trata como si fuéramos rectos a inocentes.
6. Entonces, la fe es el único requisito para la justificación, el requisito indispensable y absoluto. Por manera, que aunque el hombre tenga todo lo demás, pero le falta: la fe, no puede ser justificado. Y en cambio, si carece por completo de todo lo demás, pero tiene fe, es justificado.
Por qué señaló Dios este medio de salvación
7. No corresponde al hombre, pobre pecador, y que todo lo recibe de la gracia divina, exigir a Dios las razones que tuvo para haber señalado la fe como única condición para la justificación. "El no da cuenta de ninguna de sus razones." (Job 33 :13) . Esto es lo que también San Pablo afirma, a saber, que no toca al hombre señalar la condición (Romanos 9:16). y que Dios no comete ninguna injusticia al señalar él mismo la condición que mejor le pareció en su beneplácito (Vs. 14).
8. Sin embargo, nosotros podemos concebir humildemente una razón de por qué Dios señaló la fe como única condición para la justificación, a saber, para quitar del hombre toda soberbia. El orgullo ya había destruido a los mismos ángeles de Dios. Y en gran parte fue que, debido a este orgullo, cuando dijo el tentador: "Seréis como dioses" (Génesis 3:5), Adán cayó de su firmeza, a introdujo el pecado y la muerte en el mundo. Fue, entonces, un ejemplo de la infinita sabiduría de Dios, el que haya señalado la fe como única condición de reconciliación para el hombre y su posteridad; es decir, a fin de instituir la humildad.
Y así es la fe; se adapta admirablemente a este fin. Porque todo aquel que acude a Dios por la fe. debe fijar su mirada solamente en su propia maldad en su culpa a incapacidad, sin abrigar la menor idea de que haya en él algo de bien, de virtud o de justicia. Debe de acudir como pecador que es, solamente pecador y totalmente pecador, que se ha destruido v condenado a sí mismo con su maldad. y que no tiene nada que presentar delante de Dios, sino solo su iniquidad, y que no puede alegar nada, sino solo su pecado y miseria. Solamente así es que puede mirar a Cristo Jesús como la única y completa justificación por sus pecados. Solamente así es que puede ser hallado en Jesús, y recibir "la justicia de Dios por la fe de Jesús Cristo" (Romanos 3:22).
Un llamamiento personal
9. Y tú, pecador, que escuchas o lees estas palabras, pobre y miserable pecador, yo te amonesto delante de Dios, el Juez de todos los hombres, a que con todas tus iniquidades, tu acojas a él inmediatamente. Pero ten cuidado, no sea que destruyas para siempre tu alma queriendo alegar tu justicia. Preséntate como pecador que eres, perdido, culpable y merecedor del infierno; sólo así hallarás favor en su divina presencia, y sabrás que él justifica al impío, al que no hace obras.
Entonces, mira a Jesús. "He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo." (Juan-1.29.) Él quita el pecado de tu alma. No alegues ninguna obra tuya; el hacer tal cosa, sería negar al Señor que tu ha comprado con su sangre. Alega solamente la sangre del Pacto, el precio que ha sido pagado por tu alma orgullosa, soberbia y llena de pecado.
Yo te amonesto a que por la fe, te conviertas en hijo de Dios. El Señor te necesita. Tú, que sientes en tu corazón que no mereces otra cosa sino el infierno, eres digno de proclamar sus glorias divinas: la gloria de su gracia gratuita que justifica al impío, al que no hace ninguna obra buena. ¡Oh, ven pronto! Cree en el Señor Jesús, y tú, tú mismo, te reconciliarás con Dios.

viernes, 18 de julio de 2008

Estare en alguna secta?.

Este estudio espero sirva de advertencia a muchos que hoy en dia se encuentran en algun que otro grupo sectario de los tantos que abundan.
SIMILITUDES ENTRE LAS SECTAS DESTRUCTIVAS Y LAS “IGLESIAS SECTARIAS”(Ocho puntos de coincidencia, desde una perspectiva cristiana)
“Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”( Jn8:32)-Jesucristo-
“¡Ay de los pastores que destruyen y dispersan las ovejas de mi rebaño! dice Yahvé. Por tanto, así ha dicho Yahvé Dios de Israel a los pastores que apacientan mi pueblo: Vosotros dispersasteis mis ovejas, y las espantasteis, y no las habéis cuidado. He aquí que yo castigo la maldad de vuestras obras, dice Yahvé” (Jeremías 23:1-2)
¿Cómo diferenciar una Iglesia Cristiana de una iglesia sectaria? ¿Cómo diferenciar a una “oveja” que sigue al “Buen pastor” de un “borrego” que sigue al “lobo” sin saberlo?
Difícil tarea, ya que las diferencias entre una vida de santidad y compromiso con el Evangelio del Señor Jesús y el fanatismo, fariseísmo, legalismo o embobamiento religioso pueden ser muy tenues.
Por esto, tratar con personas que han caído en las redes de una iglesia sectaria no es cosa fácil: Tu interés en conducirles a la verdadera fe de Jesús de Nazaret y a una vida cristiana ordenada será confundido con un “ataque del diablo”.Las enseñanzas de la Palabra de Dios sobre la gracia, santidad, el dominio propio y la verdadera consagración a Dios serán tomadas por “anticuadas ideas religiosas”.
Los argumentos con los que como cristiano te vas a encontrar no son ideas mundanas, sino versículos de la Biblia mal entendidos o manipulados por ideas de hombres. Lo que la Palabra y los primeros cristianos tomaron por herejía serán en su lugar presentados de modo sutil como la “ultima gran unción o mover del Espíritu Santo”… Una vida en la Libertad con la que Cristo nos hizo libres, será tomada como libertinaje por aquellos de los cuales escribió el apóstol Pablo:
“Todas las cosas son puras para los puros, mas para los corrompidos e incrédulos nada les es puro” (Tito 1:15)
Parece difícil, pero no lo es. Jesús de Nazaret dijo “por sus FRUTOS los conoceréis”, fíjate que dijo FRUTO, y no “por sus OBRAS…”. Si miramos el fruto a medio-largo plazo en las personas que, buscando muchas veces con toda sinceridad un mayor compromiso de vida con el Señor, ingresan en una secta pseudo-cristiana, verás que no glorifica en nada Al que dio su vida por nosotros: Falta de carácter, doblez, cobardía, hipocresía, maniqueísmo, fariseísmo, holgazanería, fanatismo, borreguismo, deseos de agradar al líder de su congregación más que a Jesús, deseos de ser reconocidos, abandono de las obligaciones con su familia, deshonra a los padres, analfabetismo Escritural, herejías, etc. Y más a largo plazo el fruto es terrible: Nervios destrozados y visitas a sicólogos o siquiatras, divorcios, enfermedades, locura, abandono de la fe, vuelta a la anterior forma de vida… e incluso renegar del Señor.
Pero¿que es una secta? ¿como es una secta destructiva y en que se parece o qué tiene en común a ella una iglesia sectaria?. Te propongo que leas estos resumidos puntos que a continuación te detallo para que tú mismo reflexiones:
1. PROSELITISMO: “…porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y una vez hecho, le hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros…” (Mateo 23:15)
En una secta destructiva, para captar a un nuevo prosélito se le mostrará la secta como un nuevo hogar, un refugio, una vía de escape, se le prestará una atención exquisita, se le oirá, comprenderá y atenderá, se le dará coba si es necesario, y se le mostrará un falso amor que después de que haya sido captado se tornará en indiferencia, manipulación, y esclavitud en todos los sentidos.
El objetivo de captar prosélitos no es otro que tener máquinas de hacer dinero para la propia secta.
En una iglesia sectaria se removerá cielo y tierra para atraer un nuevo miembro. En un principio se le mostrará una gran semblanza de piedad, de fraternidad, amor, altruismo, se le ocultará el verdadero estado de dicha congregación. El dirigente de la misma pasará ahora tiempo escuchándole, atendiéndole y haciéndole sentirse aceptado y amado.
Más tarde vendrá la indiferencia: El nuevo miembro se convertirá en un número más para agrandar la congregación y con ello el ego de su dirigente. Se le predicará un “evangelio” acomodado con las circunstancias o sencillamente otro “evangelio” diferente al de la Biblia.
No se le enseñará la palabra de Dios, ni se tratará de hacer de él un discípulo de Jesús, sino que por el contrario, se le adoctrinará con fábulas y enseñanzas que llenan el intelecto con supuestas “grandes revelaciones” para hacer de él un borrego y un analfabeto bíblico, o bien se le convertirá en un “monstruito” legalista e inflexible incapaz de mostrar la vida de Jesús al pecador. Se removerá cielo y tierra para hacer un nuevo prosélito, y cuando lo hayan adoctrinado lo harán peor que ellos mismos.
2. VICTIMISMO:“…Porque no nos ha dado Dios espíritu decobardía…” (2ª Tim 1:7)
Una secta destructiva se caracteriza por el victimismo: El resto del mundo les persigue, no les comprende, especialmente se hace notar que el líder del grupo es alguien incomprendido. De este modo se consolidan los lazos entre sus miembros y se refuerza la sensación de pertenencia a un grupo y simpatía por el “pobre” gurú. Es dentro de la secta que se está protegido del mal que reina en el mundo. Salir de la secta es entregarse a ese mal y es lo mismo que un suicidio.
Una iglesia sectaria se caracteriza por hacerse a sí misma víctima de una pretendida religiosidad o fariseísmo del resto de las iglesias de su zona de influencia. El dirigente de esta iglesia es una víctima de la incomprensión de los demás, blanco de sus críticas. De este modo las relaciones con otras iglesias, a las que se considerará de manera eufemística enemigas, se ven reducidas a la mínima expresión y es más difícil que un miembro abandone la iglesia o que busque alternativas verdaderamente cristianas. Los líderes de este tipo de iglesias usarán la manipulación emocional de la pena o la lástima, haciéndose a si mismo víctimas, para esconder su propia cobardía a la hora de afrontar como verdaderos hombres sus responsabilidades. No te equivoques: ellos NO SON LAS VÍCTIMAS, ellos son LOS VERDUGOS.
3. MANIQUEÍSMO: “…a unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola…” (Lucas 18:9)
Una secta destructiva es maniquea por naturaleza: esto es, ellos son los buenos absolutos y los únicos poseedores de la verdad, mientras que el resto del mundo es malo y está engañado y en el error. Salir de la secta supone en este sentido la negación de la verdad y el bien. No hay matices: Se conducen por categóricas afirmaciones absolutas del tipo: “aquí dentro está el BIEN, afuera está el MAL”. No hay salvación afuera de la secta. Solo puede ser uno salvo perteneciendo a la secta. En una secta destructiva otro de los elementos claves, aunque parezca contradictorio con el hecho de que se está destruyendo la personalidad de las personas, es que se potencia el “ego” de sus miembros, haciéndoles parte de una élite de iniciados a la que creen firmemente pertenecer.
Una iglesia sectaria se caracteriza por creerse la más avivada espiritualmente hablando, la más libre, la mejor. Por alardear de tener la “última revelación del Espíritu Santo”, o la “Unción del Espíritu Santo” más novedosa. Por estar siempre a la última en cuanto a nuevos “movimientos espirituales” y cosas semejantes. Otro recurso en el caso de ciertos grupos más rigurosos es tachar a las demás iglesias de frías o apóstatas, de demasiado liberales. Solo ellos son los “puros” y “cataros” respecto a la Sana Doctrina. Son las demás iglesias, especialmente las más cercanas a su entorno de influencia, las “muertas espiritualmente”, “religiosas”, farisaicas”, etc. Es por ello que difícilmente un miembro que quiera salir de la misma se atreverá a buscar consejo en otra iglesia, incluso aunque esta sea verdaderamente cristiana. En el fondo se hace lo mismo que en la secta destructiva, pero de manera velada: se termina por hacer creer al miembro de este tipo de congregaciones que fuera de las mismas no se puede ser salvo o vivir en plenitud la fe cristiana, aunque no se diga abiertamente.
De este modo los responsables de estas congregaciones se crean su pequeña “burbujita de cristal” donde vivir a lo grande sin que nadie los moleste o confronte. Mientras que ellos normalmente no “pegan palo al agua” y no salen de su “mundo eclesiástico”, los fieles son los que trabajan, sufren y padecen.
4. LIDERAZGO INDISCUTIDO: “…Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis…” (Mateo 7:15-16)
En una secta destructiva, este es uno de los más fuertes indicios: La presencia de uno o varios Gurús a los que los adeptos a la secta consideran como “mesías” o “escogidos” y en algunas ocasiones encarnaciones de “dios”. Personas con un carisma especial y gran capacidad de persuasión y manipulación. Su palabra, enseñanzas y decisiones son indiscutibles, se consideran revelaciones y parámetros absolutos de conducta para los sectarios. El gurú además posee algún tipo de “don” como la capacidad de sanar, leer el pensamiento, comunicarse con los espíritus o los extraterrestres, etc.
Se convierte en un sustituto de los padres, amigos, marido o mujer.
En los peores casos se producen abusos físicos, síquicos o sexuales por parte de estos líderes hacia miembros de la secta. Además el componente económico repercute en beneficio del gurú y no de los miembros del grupo.
Enfrentarse al gurú puede significar la expulsión de la secta, cuando no las amenazas, violencia síquica o física o la misma muerte.
En una iglesia sectaria, el “No toquéis a mis ungidos” se usará por el líder de la misma como “patente de corso” que le confiere el don de la infabilidad. Es un pequeño “papa”. Cristo se le revela de manera personal y excepcional (incluso a veces, en ciertos grupos, afirmará que se le habrá aparecido). Se investirá alegremente a si mismo de títulos como “apóstol”, “profeta” o cosas similares. Sus decisiones, enseñanzas y puntos de vista se ponen veladamente al mismo nivel de la Palabra de Dios. Mientras que él es inflexible con quienes cometen errores, a él se le debe excusar todo (a fin de cuentas, te dirán, es humano). Se le considera dotado de una “unción” o don especial por encima del resto de los fieles, se le admira sobremanera y se le toma como punto de referencia.
En el caso de grupos más “ortodoxos” o “legalistas”, se excusará la unión con otras iglesias de su misma denominación alegando que el ecumenismo no puede traer nada bueno, cuando las uniones de iglesias sirven (o deberían servir) para ayudarse y no para controlarse. De este modo el líder del grupo, ante sus arbitrariedades e irresponsabilidades, no tendrá que dar cuenta a nadie de las mismas. Si quieres un consejo, mi querido amigo: Huye como de la lepra de las iglesias donde no haya nadie a quien el pastor o líder religiosos tengan que dar cuenta.
Estos líderes despóticos y farsantes se convierten en un sustituto de los padres, amigos, marido o mujer.
La manipulación es semejante a la de una secta destructiva: Económica, emocional, doctrinal. Se inmiscuye en las relaciones matrimoniales, fraternales, etc. de los miembros para su propio provecho y para controlar. Se podrá predicar algo parecido a la “Sana Doctrina”, pero después, en la vida eclesial o en la vida corriente, el líder tratará de que todos piensen como él y tengan su mismo punto de vista (por otro lado, el único válido y bíblico).
Se usa el púlpito y las enseñanzas de la Biblia para manipular a la congregación y se impide tener criterio propio o una fe personal (nada más alejado de los valores de los héroes de la reforma contra el papismo de siglos pasados). Es normal en estos pastores, líderes o sacerdotes farsantes y manipuladores hacer esto porque en realidad su cobardía hace que no se atrevan a confrontar a las personas cara a cara.
Cuestionar a uno de estos pequeños “pontífices” o pensar diferente a ellos, aún en pequeñas cuestiones doctrinales, significa la expulsión de la congregación y la ruptura del contacto con el resto de los fieles.
5.“LAVADO” DE CEREBRO:“… no os hagáis esclavos de los hombres…” (1ª Cor 7:23)
En una secta destructiva toda iniciativa propia, todo atisbo de personalidad, espíritu critico, lógica, razón, moral, la capacidad de reflexión, criterio y sentido común son borrados de la mente del adepto por medio de un adoctrinamiento permanente. Adquirirá un lenguaje especial, una tono de hablar especial, gestos, formas de vestir raras, etc. Se producirá una “regresión a la infancia”: Es más cómodo no pensar y dejarse dirigir, no luchar. Las personas sumisas son las más fácilmente manipulables. Los amigos, familiares y relaciones sociales son sustituidos por el gurú y los demás adeptos. El adepto se termina convirtiendo en un esclavo, en un pelele en las manos de su gurú.
En una iglesia sectaria la situación es similar: Manipulando la Biblia se puede obtener cualquier doctrina. El miembro de la congregación sectaria, por miedo a desagradar a los hombres, aceptará doctrinas impuestas, pensamientos e ideas humanas vestidos de piedad por muy locos que estos puedan parecerle. Comenzará a hablar con un vocabulario y un tono de voz común al resto de su congregación. Se producirá también en otra medida una “regresión a la infancia”: Es más cómodo no pensar y dejarse dirigir, no luchar por una fe y relación con el Señor propias y aceptar la fe del líder de su iglesia. Los amigos, familiares y relaciones sociales se satanizan y éstos son sustituidos por el líder y los demás miembros. El prosélito se termina convirtiendo en un esclavo de las opiniones de los demás miembros de su congregación, en un pelele en las manos de su Líder religioso.
6. ECONOMÍA: “…su dios es el vientre…” (Filipenses 3:19)
En una secta destructiva esta es una de las principales motivaciones del gurú: La obtención de beneficio económico (cuando no el poder, sexo o cosas semejantes). La recaudación de fondos disfrazada de proyectos altruistas y beneficiosos es una de las principales obligaciones de los adeptos: Pueden vender propiedades, dar sus sueldos, dejar el trabajo y cosas semejantes para agradar al líder, llegando a descuidar la manutención de sus propias familias.
Lo sutil de los métodos que se usan para esto hace imposible un resumen de los mismos.
En una iglesia sectaria no basta con las normales y necesarias aportaciones económicas fijadas por las enseñanzas de la Biblia. Un gran porcentaje de sermones tratan de la “bendición del dar” y de la “maldición del no dar”, se da más importancia a esto que a predicar sobre la santidad y cosas semejantes.
A estos “espabilados” les es más fácil pedir que trabajar. Viven en su pequeño mundo, que se han ido construyendo poco a poco a base de los demás, y no van a dejar que cualquiera venga a estropearles su pequeña parcela de “cielo en la tierra”.
Generalmente el líder de nuestra pseudosecta cristiana es el más bendecido por las aportaciones de los fieles, no importa que algunos miembros estén pasando penuria.
En general su casa, su sueldo, su coche, están por encima de la media de la iglesia, sin que los haya ganado con el sudor de su frente. Es muy raro encontrar a uno de estos líderes que haya tenido alguna vez un trabajo estable y regular. Les gusta muy poco trabajar, y al final en algunos casos (”evangelio de la prosperidad” por ejemplo), la mayor parte de los miembros a su vez no tiene trabajo, están viviendo como parásitos de las ayudas sociales o mirando al cielo esperando que otros les bendigan económicamente.
Anécdota “graciosa” (o “mejor tomárselo con humor”): Conocí, hace muchos años, a un pastor de una iglesia independiente del movimiento de la “súper-fe” y “prosperidad” -a día de hoy ya ha recorrido varias “modas espirituales” más- que dijo ofrendar su automóvil usado a su congregación. Pasó tres o cuatro días dando pena a los demás con un pequeño coche prestado y hecho polvo, y después apareció con una flamante berlina alemana que muy pocos en su iglesia se podrían permitir. Su comentario público fue decir que él había sembrado su coche en el reino de Dios, y que ahora Este le devolvía un último modelo como regalo. ¡Vaya morro! Y nadie dijo nada, por supuesto: no hay peor ciego que el que no quiere ver. No estoy contra el que un pastor pueda tener un buen coche, pero si estoy en contra de que tenga una cara tan grande como para pensar que la gente es tan tonta. Ya decían los romanos aquello de “excusatio non petita, acusatio manifesta sunt” (”Excusas no pedidas, son acusaciones manifiestas“)… ¡En fin! mejor reír… para no llorar.
7. SALUD: “…no tentarás al Señor tu Dios…” (Mateo 4:7)
En una secta destructiva, la salud y las sanidades milagrosas suelen ser uno de los temas fuertes. La sustitución de los métodos de la medicina tradicional por la meditación, medicinas alternativas, dietas especiales, curanderismo, imposición de manos del gurú y cosas semejantes han llevado a muchas personas a un deterioro grave de su salud e incluso a la muerte. En todo caso es propio de este tipo de sectas el poner en relieve los errores de la medicina tradicional con el fin de potenciar la esperanza en sus propios métodos y obtener beneficio de la desesperación de los demás.
En una iglesia sectaria se sustituyen los genuinos milagros por el “milagreo”, se lleva a abandonar, en nombre de una mal entendida fe, la medicación impuesta por los profesionales de la sanidad. Se fomentan los testimonios entusiastas (pero nunca documentados médicamente) de aparentes y tan curiosas sanidades como un dolor de cabeza, un dolor de muelas, el estiramiento de una pierna y cosas semejantes, que llevan a las personas con enfermedades graves (SIDA, Cáncer, etc.) a caer en el error de dejar de tomar medicinas, etc.
Personalmente he conocido personas que han puesto seriamente en peligro su salud en nombre de una fe que en ocasiones no es sino tentar a Dios.
Alguien dijo que en el infierno debería haber un sitio especial para los que trafican con las desgracias y la desesperación de la gente.
8.ABANDONO DEL GRUPO: “…puestos los ojos en Jesús…” (Hebreos 12:2)
En el caso de sectas destructivas, el tratar de abandonar el grupo puede estar castigado con la muerte. Generalmente el que trata de dejar el grupo es sometido a una fortísima presión.
Salido del grupo se prohíbe al resto de los adeptos tener ningún tipo de contacto con el “descarriado”, se habla de él como un traidor, un endemoniado, un elemento peligroso y dañino.
A todo esto se une que no tiene otros amigos o referencias que los que la secta le ha estado proporcionando durante años, por lo que se pueden causar sentimientos de culpabilidad, temor, vacío, etc. y graves trastornos de personalidad.
En una iglesia sectaria se tachará de apóstata, oveja negra, elemento dañino y cosas semejantes al que la abandone.
Sutilmente o no, se procurará que el resto de los fieles no tomen contacto con él. Se darán casos en los que incluso miembros de una mismas familia, profesantes de la fe cristiana, rompan toda relación los unos con los otros.
Quien abandona la iglesia sectaria aunque sea para integrarse en una congregación cristiana, se pierde: se ha vuelto un religioso, “nunca fue verdaderamente de los nuestros”. Se le asesina dos veces, por un lado con la expulsión, y por otro lado con las crueles y despiadadas palabras que le siguen detrás, sin que se le de derecho a defenderse.
La condenación y temor que se impone sobre quien trata de dejar la pseudosecta pueden causarle graves trastornos emocionales.
Nota Final: Dios quiera que con estas palabras pueda ayudarte a no caer en las garras de un grupo sectario o despótico, y que si estás en él, al menos puedas tener tus ideas más claras y que si un día pasas a ser víctima, no digas que nadie te advirtió.
Ahora te dejo con una cita que quizá te haga reflexionar algo más:
“Debe tenerse mayor cuidado y precaución frente a los necios que frente a los malvados“ (D. Bonhoeffer, Pastor Protestante asesinado por los Nazis por ser uno de los pocos que alzaron su voz para denunciar el antisemitismo y el holocausto)
Autor del estudio: J. P. V.

Conspiracion contra las Sagradas Escrituras?

Cree usted que se este conspirando contra las Sagradas Escrituras?.Estudien ustedes y saquen sus propias conclusiones.Yo por mi parte creo que al tener ambas bases textuales sacamos mejor provecho a la hora del estudio,pero reconozco que el texto receptus se a puesto a un lado en las modernas traducciones.Posteriormente pondre varios estudios mas sobre este interesante tema.Gracia y Paz a los santos.
conspiracion-contra-las-sagradas-escrituras.pdf

El Espiritu Santo,fuerza o Persona?

espiritu-santo-persona.pdf Otro gran estudio.Disfrutenlo.

La Trinidad o Tri-Unidad de Dios.(tercera parte y final)

Tercera parte del estudio.
¿Enseña la Biblia la doctrina de la Trinidad?
Referencias a la Ssma. Trinidad en el Antiguo y Nuevo Testamento.
Tercer capítulo del libro Las sectas frente a la Biblia
(Lo que el autor en su libro ha escrito en forma de nota al pie de página,en esta edición digital se encuentra entre [])
NOTA SOBRE LAS VERSIONES DEL TEXTO SAGRADO: A lo largo de la obra he utilizado con preferencia mi propia traducción directa del griego para el Nuevo Testamento, y del hebreo y arameo para el Antiguo. En el primer caso me he valido del Greek-English New Testament, de Nestlé y Aland, Editio XXVI, Stuttgart 1981, y en el segundo de la Biblia Hebraica Stuttgartensia, Editio Minor, Stuttgart 1984. Cito también de las versiones prestigiosas de la Biblia comunes en el mundo de habla hispana y de las propias ediciones de las sectas. Las siglas siguientes son las utilizadas en relación con las diversas traducciones de la Biblia: VNM: Versión del Nuevo Mundo o Biblia de los Testigos de Jehová; EP: La Santa Biblia, de Ediciones Paulinas; BJ: Biblia de Jerusalén; NC: Nácar Colunga;VP: Versión Popular; VM: Versión Moderna; NBE: Nueva Biblia Española; RV: Reina-Valera. Cuando no se indica referencia, la traducción es mía.
El que haya seguido pacientemente los dos capítulos anteriores (sobre la divinidad de Cristo y la personalidad divina del Espíritu Santo, cuya lectura supongo en el presente capítulo) seguramente habrá llegado a la conclusión de que la Trinidad es una enseñanza plenamente bíblica, además de capital para la comprensión del cristianismo. Católicos, protestantes y ortodoxos, aun separados por cuestiones teológicas de no escaso relieve, coinciden en la aceptación de la misma como verdad revelada y esencial de la fe cristiana, lo que resulta lógico.
Desearía, no obstante, y aunque sea brevemente, hacer algunas referencias a esta doctrina, no ya en los aspectos parciales de la divinidad plena del Hijo y del Espíritu Santo, sino en los de la vinculación de las tres personas en el texto bíblico. A esta cuestión, aunque sea someramente, dedicaremos las páginas siguientes.
l. La prefiguración de la doctrina de la Trinidad en el AT
Resulta evidente que la manifestación plena de la doctrina de la Trinidad se encuentra en el Nuevo Testamento. No obstante, el Antiguo parece contener algunas prefiguraciones de la pluralidad de personas dentro de la divinidad que fueron señaladas por los primeros cristianos y que constituyeron un auténtico quebradero de cabeza para sus oponentes judíos. Veamos alguno de estos textos: “Y Dios pasó a decir: Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza… Y Dios procedió a crear al hombre a su imagen, a la imagen de Dios lo creó” (Gén 1,26-27) (VNM). “Y Jehová Dios pasó a decir: Mira que el hombre ha llegado a ser como uno de nosotros al conocer lo bueno y lo malo” (Gén 3,22). “Y Jehová procedió a bajar para ver la ciudad y la torre que los hijos de los hombres habían edificado. A continuación dijo Jehová: Mira, son un solo pueblo y hay un solo lenguaje para todos ellos, y esto es lo que comienzan a hacer. Pues ahora no hay nada que tengan pensado hacer que no les sea posible lograr. Vamos. Bajemos y confundamos allí su lenguaje para que no escuche el uno el lenguaje del otro. Por consiguiente, Jehová los esparció desde allí sobre toda la superficie de la tierra, y poco a poco dejaron de edificar la ciudad” (Gén 11,5-9) (VNM). “Y empecé a oír la voz de Jehová que decía: ¿A quién enviaremos y quién irá por nosotros? Y yo procedí a decir: Aquí estoy yo. Envíame a mí” (Is 6,8) (VNM).
Todos estos pasajes fueron interpretados por los primeros cristianos como prueba irrefutable de que el Antiguo Testamento ya hacía referencia a la pluralidad de personas que hay en Dios. Prueba de que fue así es que el Talmud y otros escritos teológicos judíos registran la manera en que los rabinos judíos intentaron desvirtuar su contenido para así negar la posibilidad de que Dios fuera una Trinidad. Así, por ejemplo, leemos en Gen. R., VIII, 9: “R. Simlai dijo: En todo lugar donde encontréis un texto que es utilizado por los minim [Uno de los nombres despectivos con que se califica a los cristianos (y otros herejes) en la literatura judía. El decreto contra los minim, anterior, en nuestra opinión, al año 70 d.C., implicó la excomunión generalizada de todos los judeo- cristianos que aún seguían conectados con el judaísmo.] en apoyo de sus opiniones, encontrarais la refutación al lado. Volvieron y le preguntaron: ¿Qué pasa con lo que está escrito: Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra semejanza? Él contestó: Leed lo que sigue; no se dice: Y dioses creó al hombre a su imagen, sino Dios creó al hombre a su propia imagen. Cuando se hubieron marchado, sus discípulos le dijeron: Te los has quitado de encima con una tontería; ¿qué respuesta nos darás a nosotros? Él les dijo: En el pasado Adán fue creado del polvo de la tierra, y Eva fue creada de Adán. Por eso es a nuestra imagen, según nuestra semejanza; queriendo dar a entender que el hombre no puede llegar a existir sin la mujer, ni la mujer sin el hombre, ni ninguno de ellos sin la Shejinah”.
El texto es sumamente revelador por varias razones. La primera, porque se alude al hecho de que los primeros cristianos (y al tratarse aquí de cristianos judíos debe ser una época muy temprana) creían en la Trinidad y trataban de demostrársela a los judíos apelando a textos del Antiguo Testamento como los que yo he señalado arriba. La segunda, porque queda claro que el mismo judaísmo rabínico no sabía muy bien cómo refutar a los cristianos primitivos y tenía que recurrir para ello a respuestas alambicadas. La tercera, porque pone de manifiesto que la única manera de negar la Trinidad consiste en forjar una caricatura de ella que la equipare con el politeísmo (lo que no es), exponiéndola al ridículo. Tal ha sido hasta ahora la táctica del rabinismo talmúdico, del racionalismo y del islamismo. En ninguno de los tres casos parece, sin embargo, que llegue a entenderse lo que implica este dogma.
Otra muestra de hasta qué grado debió impresionar al judaísmo rabínico la creencia trinitaria de los primeros cristianos la tenemos en la afirmación, contenida en los Principios de Fe del judaísmo, de que Dios es una unidad (clara contraposición a Trinidad). Debe notarse, sin embargo, que la palabra que se usa en los Principios de Fe en hebreo para decir “unidad” es yajid. Esto implica un cambio sustancial sobre el término hebreo que se utiliza al decir que Dios es uno en, por ejemplo, Dt 6,4. Allí el término empleado es ejad. ¿A qué se debe este cambio? A nuestro juicio, la idea es clara: ejad aparece en el Antiguo Testamento en multitud de ocasiones como “uno”; pero no “uno simple”, sino “uno formado por varios”. Citemos algunos ejemplos: “Por eso el hombre dejará a su padre y a su madre, y tiene que adherirse a su esposa, y tienen que llegar a ser una sola carne” (Gén 2,24) (VNM). “Ahora bien, toda la tierra continuaba siendo de un solo lenguaje y de un solo conjunto de palabras” (Gén 11,1) (VNM). “Son un solo pueblo y hay un solo lenguaje para todos ellos” (Gén 11,6) (VNM). “Y haz que se acerque el uno al otro hasta formar un solo palo para ti, y realmente llegarán a ser uno solo en tu mano” (Ez 37,17).
En todos los casos precedentes la palabra hebrea que aparece es ejad, pero conserva la idea de “uno formado por varios”: un matrimonio formado por un hombre y una mujer, una lengua que hablan varios, un solo pueblo formado por todos los hombres, etc.
El judaísmo poscristiano no podía negar que había referencias en el Antiguo Testamento susceptibles de servir de argumento en favor de la Trinidad (igual que de apoyar la idea de que el mesías sería un siervo sufriente) y fue reinterpretando los pasajes para evitar su utilización apologética por los cristianos primitivos. No obstante, como vimos arriba, esa reinterpretación distó mucho de ser sólida. Así, por citar sólo un ejemplo, el mismo término “Dios” en hebreo es Elohim, que significa literalmente “dioses”; y, aunque generalmente lleva el verbo en singular, en repetidas ocasiones éste va también en plural; v.gr.: Gén 20,13; 35,7, etc. No sólo eso; también en repetidas ocasiones el adjetivo calificativo que acompaña a Elohim, aunque se traduzca como singular, es plural; v.gr.: Dt 4,7, Jos 24,19, etc.
No es de extrañar por ello que brotes seculares de esta consciencia hayan aparecido, acá y allá, en la literatura judía de todos los tiempos como vestigios de la época en que, no habiendo aún aparecido el cristianismo, no había por qué oponerse ferozmente a la idea de la divinidad del mesías o del Dios plural. Quisiera concluir este apartado con una cita al respecto tomada del Zohar, uno de los clásicos de la literatura de espiritualidad judía:
“Escucha, oh Israel: Yahveh nuestro Dios, Yahveh es uno. ¿Por qué hay necesidad de mencionar el nombre de Dios en este versículo? El primer Jehová es el Padre de arriba. El segundo es la descendencia de Jesé, el mesías que vendrá de la familia de Jesé pasando por David. Y el tercero es el Camino que está debajo (es decir, el Espíritu Santo, que nos muestra el camino), y estos tres son uno”.
Difícilmente un autor trinitaria lo hubiera podido expresar mejor.
2. Las referencias trinitarias en el NT
Por todo lo que hemos visto en las páginas precedentes no debería resultarnos chocante que el Nuevo Testamento una de manera repetida al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Tal conducta sería ilógica de no creer sus autores en la Trinidad, porque, ¿cuál sería la razón para justificar la presentación conjunta del Dios omnipotente, un mini-dios y una fuerza sin personalidad? No vamos a tratar este tema de manera exhaustiva, pero sí podemos ver algunos ejemplos antes de concluir este capítulo:
Los primeros cristianos utilizaban fórmulas trinitarias. “La bondad inmerecida del Señor Jesucristo y el amor de Dios y la participación en el Espíritu Santo estén con todos ustedes” (2Cor 13,13) (en la VNM aparece numerado por razones desconocidas como versículo 14).
“Pero ustedes han sido lavados, pero ustedes han sido santificados, pero ustedes han sido declarados justos en el nombre de nuestro Señor Jesucristo y con el espíritu de nuestro Dios” (1Cor 6,11) (VNM).
“Un cuerpo hay y un espíritu, así como ustedes fueron llamados en una sola esperanza a la cual fueron llamados; un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, que es sobre todos y por todos y en todos” (Ef 4,4-6) (VNM).
Aquellos primeros cristianos no se sentían avergonzados de concluir sus cartas, como la Segunda a los Corintios, con una triple invocación en la que se unían el Padre, el Hijo y el Espíritu; tampoco les avergonzaba recordar que toda la labor de salvación en su vida era fruto del Padre, del Hijo y del Espíritu, y sentían un especial orgullo al poder decir que en su vida estaba presente un solo Señor, un solo Espíritu y un solo Padre. Ésa era su experiencia vital y su fe, y jamás se les hubiera podido pasar por la cabeza que el Espíritu que movía a la Iglesia era una simple fuerza activa sin personalidad, y que el Hijo no era sino un dios, un arcángel encarnado.
Los primeros cristianos creían que los carismas entregados a la Iglesia procedían de la Trinidad. No era sólo el testimonio de los apóstoles lo que movía a los primeros cristianos a confirmarse en aquella fe trinitaria, sino también la propia experiencia cotidiana de vida eclesial. Existía en ellos la absoluta convicción de que su vida de fe edificada por los carismas divinos era alimentada por las tres personas de la Trinidad: “Ahora bien, hay variedades de dones, pero hay el mismo Espíritu, y hay variedades de ministerios, y sin embargo hay el mismo Señor, y hay variedades de operaciones, y sin embargo es el mismo Dios quien ejecuta todas las operaciones en todos” (1Cor 12,4-6).
El bautismo en el nombre de la Trinidad. A fin de cuentas, todo lo que hemos visto con anterioridad no tenía nada de extraño para los primeros cristianos. En la enseñanza de los apóstoles se había transmitido la orden dada por el propio Jesús en el sentido de que el sacramento de entrada en la comunión de los creyentes, el bautismo, se celebrara en el nombre común del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo: “Vayan, por lo tanto, y hagan discípulos de gente de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del espíritu santo” (Mt 28,19) (VNM).
Fíjese bien el lector que Jesús no atribuyó nombres distintos a cada una de las tres personas de la Trinidad, sino que enseñó la existencia de un nombre común a los tres. Pero ¿es siquiera verosímil que Dios iba a tener un nombre común con un arcángel y una fuerza que ni siquiera tiene personalidad? Resulta patente que no; como también le resultará seguramente claro al lector, tras la lectura de las evidencias bíblicas indicadas en las páginas anteriores, que la Biblia sí enseña la doctrina de la Trinidad.
3. Conclusión
Al autor de estas líneas, y no dice esto con petulancia, le parece que el concepto de la divinidad que aparece en el Nuevo Testamento es con mucho el más grandioso que podría captar la atención del ser humano. Frente a la grosería de los politeísmos o la frialdad del panteísmo, surge la grandeza moral del monoteísmo. Pero no se trata de un monoteísmo como el islámico (y, en buena medida, el del judaísmo), en el que Dios es un ser lejano e inaccesible a nosotros. El Nuevo Testamento enseña que ese Dios se hizo carne y habitó entre nosotros, que creció como un ser humano, que conoce hasta la fibra más íntima de nuestro ser y que, por ello, hace posible que nos acerquemos a él con toda confianza (Heb 2,17-18; 4,15-16). Este mismo Dios, lleno de amor y compasión, no retrocedió ante nada en favor nuestro, hasta el punto de verse injustamente juzgado, escarnecido, escupido, torturado, condenado y, finalmente, muerto en uno de los suplicios más terribles que ha ideado el ser humano: la cruz.
Pero la muerte no podía contener al autor de la vida (He 3,15) y, vuelto de entre los muertos, provocó entre sus discípulos una convicción más firme aún de que era su Señor y su Dios (Jn 20,28).
Aquello no era el final, sino casi el principio. El Espíritu Santo enviado por el Padre ha guiado desde entonces a la Iglesia redimida por la sangre del Hijo. La ha impulsado, le ha dado dones y carismas, ha intercedido por ella. La misma vida eclesial sería inconcebible sin su presencia continua.
Frente a estas realidades gloriosas, las sectas ofrecen un panorama que, en realidad, arranca de concepciones paganas: Jesús fue sólo un hombre o, como mucho, un arcángel, un dios. Su obra fue de mucho menos valor del que señalan las Escrituras, e incluso necesita ser enmendada por las revelaciones de los profetas o mesías de turno.
El Espíritu Santo es una mera fuerza, como la electricidad. Un impulso desprovisto de razón o personalidad que, en la mayoría de las teologías de las sectas, ya no actúa en medio del pueblo de Dios.
Puede que a alguien le resulte consoladora una visión tan patética, tan capitidisminuida, tan tergiversada del Dios de la Biblia. Al que escribe estas líneas, sin embargo, le atrae más la gloriosa realidad que sólo hemos podido ver a vuelo de pájaro en las páginas anteriores. Le convence más el Dios de amor encarnado que el arcángel enviado en sustitución de Dios a salvarnos. Le conmueve más el Dios-Espíritu Santo que intercede por él con gemidos indecibles (Rom 8,26-27) que esa fuerza activa impersonal que, a semejanza de la electricidad, ni siente ni padece y se mueve ciega y sin saber adónde la llevan. A ese Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, sea la gloria por los siglos de los siglos.

La Trinidad o Tri-Unidad de Dios.(segunda parte)

Segunda parte de esta serie.Me quito el sombrero ante el autor.
¿Enseña la Bibliaque el Espíritu Santo es Dios?
Referencias bíblicas sobre la divinidad del Espíritu Santo.
Segundo capítulo del libro Las sectas frente a la Biblia

(Lo que el autor en su libro ha escrito en forma de nota al pié de página,en esta edición digital se encuentra entre [])
NOTA SOBRE LAS VERSIONES DEL TEXTO SAGRADO: A lo largo de la obra he utilizado con preferencia mi propia traducción directa del griego para el Nuevo Testamento, y del hebreo y arameo para el Antiguo. En el primer caso me he valido del Greek-English New Testament, de Nestlé y Aland, Editio XXVI, Stuttgart 1981, y en el segundo de la Biblia Hebraica Stuttgartensia, Editio Minor, Stuttgart 1984. Cito también de las versiones prestigiosas de la Biblia comunes en el mundo de habla hispana y de las propias ediciones de las sectas. Las siglas siguientes son las utilizadas en relación con las diversas traducciones de la Biblia: VNM: Versión del Nuevo Mundo o Biblia de los Testigos de Jehová; EP: La Santa Biblia, de Ediciones Paulinas; BJ: Biblia de Jerusalén; NC: Nácar Colunga; VP: Versión Popular; VM: Versión Moderna; NBE: Nueva Biblia Española; RV: Reina-Valera. Cuando no se indica referencia, la traducción es mía.
Las objeciones que históricamente se han formulado contra la doctrina de la Trinidad se han dirigido mayoritariamente en contra de la plena divinidad de la persona del Hijo. Sin embargo, da la impresión de que, supuestamente, negada ésta, los antitrinitarios no tuvieran mucho interés en refutar la divinidad del Espíritu Santo. Es como si resultara ocioso continuar una disputa sobre la Trinidad cuando ya ha quedado de manifiesto que una de las tres personas no es Dios, sino un dios o un mero hombre.
Quizá esto explique por qué los argumentos contra el Espíritu Santo son tan poco elaborados en las sectas, llegando en muchos casos a no existir siquiera. Los mismos Testigos de Jehová, que definen al Espíritu Santo como la “fuerza activa de Dios” y la comparan con formas de energía como la electricidad que impulsa el funcionamiento de los electrodomésticos, ponen de manifiesto una pobreza extrema en la negación de la personalidad y la divinidad del Espíritu Santo. Pero ¿enseña realmente la Biblia que el Espíritu Santo carece de personalidad y que no es Dios?
l. Objeciones de las sectas
Tres son fundamentalmente las objeciones que he recogido en conversaciones con testigos y estudios de sus publicaciones en relación con la personalidad y divinidad del Espíritu Santo. La primera es la consistente en afirmar que la Biblia no enseña en ningún sitio ni que el Espíritu Santo sea una persona ni que sea Dios. A contestar esta objeción dedicaremos los dos apartados siguientes de este capítulo.
La segunda es señalar que el Espíritu Santo es una fuerza impersonal, como el agua lo es, ya que se nos dice en la Biblia que se es bautizado con el Espíritu Santo y también que se es bautizado en agua. Resulta obvio, alegan los jehovistas, que si el Espíritu Santo fuera una persona no podría estar sobre tantas personas a la vez.
No hace falta señalar que tal objeción, en el fondo, es ridícula, y, en realidad, proporciona un argumento a favor de la divinidad del Espíritu Santo. Si realmente el Espíritu Santo puede estar en tantas partes (como los testigos reconocen que lo señala la Escritura), sólo puede explicarse porque es Dios. Como Dios precisamente, goza del don de la ubicuidad, es decir, de poder estar en diversos lugares a la vez. Pablo mismo señala que “en él (Dios) vivimos, nos movemos y existimos” (He 17,28) (BJ); y de esta ubicuidad no se desprende que Dios no sea Dios -porque, por ejemplo, también nos movemos en medio del aire, y éste no tiene personalidad-, sino que concluye que Dios es omnipotente y que nos va a juzgar a todos. Como puede verse, pues, esta objeción no tiene ninguna validez para negar la personalidad y divinidad del Espíritu Santo. [Una variante de esta objeción es afirmar que el Espíritu Santo carece de personalidad, puesto que entra en las personas. El argumento, una vez más, es muy pobre. Los demonios entran en el interior de las personas en los casos de posesión, y no por ello pierden su personalidad; ¿por qué le iba a suceder eso, sin embargo, al Espíritu Santo? ¿Pretenden afirmar los testigos que el espíritu de Satanás goza de más cualidades que el de Dios?]
La tercera objeción es similar a la segunda. Viene a decir que el Espíritu Santo ni es Dios ni tiene personalidad, porque de él se afirma en la Biblia que se bebe (lcor 12,14). Ahora bien, puesto que lo que se bebe siempre son sustancias sin personalidad (agua, vino, etc), el Espíritu Santo no es Dios y tampoco tiene personalidad.
Lo cierto es que Pablo, sólo unas líneas antes, ha señalado que los israelitas también bebieron de Cristo, que es un ser personal y también Dios: “Y todos bebieron la misma bebida espiritual, pues bebían de la roca espiritual que les seguía; y la roca era Cristo” (1Cor 10,4) (BJ). Tan claramente desmiente el pasaje la objeción de los testigos, que éstos no han tenido el más mínimo reparo en cambiarlo en su Versión del Nuevo Mundo, donde se dice: “y aquella masa rocosa significaba Cristo”; burda falsificación por otra parte, ya que la palabra griega que aparece en el original es en, es decir “era”, y no “significaba”. Pero, como ya ha tenido ocasión de comprobar el lector en el capítulo anterior, cambiar versículos de la Biblia para amoldarlos a sus doctrinas es algo habitual en las tácticas de la Wachtower.
Poca, si es que alguna, consistencia presentan estas dos objeciones de los testigos. Pasemos ahora a examinar si efectivamente la Biblia enseña o no la personalidad del Espíritu Santo.
2. El Espíritu Santo es un ser personal
Definir si un ente goza o no de personalidad no plantea ninguna dificultad especial. Es obvio que una fuerza impersonal, como la electricidad, el agua, la energía nuclear, etc., no puede desarrollar actividades propias de los seres dotados de personalidad, ya sean humanos o espirituales. Ahora bien, si la electricidad pudiera revelar, enseñar, guiar, ordenar, interceder, enviar, hablar, etc., ya no nos hallaríamos ante una fuerza impersonal, sino ante un ente personal. Ahora bien, en la Biblia, ¿el Espíritu Santo aparece como una fuerza impersonal, al estilo de la electricidad, según afirman los testigos, o, por el contrario, está ligado indisolublemente a cualidades personales? Pensamos que el propio lector puede sacar sus propias conclusiones a partir de los textos que citamos a continuación a título de ejemplo, razón ésta por la que limitaremos los comentarios sobre los mismos a un mínimo indispensable:
El Espíritu Santo enseña y recuerda. “Mas el ayudante, el espíritu santo, que el Padre enviará en mi nombre, ése les enseñará todas las cosas y les hará recordar todas las cosas que les he dicho” (Jn 14,26) (VNM). ¿Cómo puede enseñar -la palabra griega didásei utilizada aquí contiene la idea de enseñar como maestro- y recordar todo un ente que no tiene ni personalidad?
El Espíritu Santo da testimonio. “Cuando llegue el ayudante que yo enviaré a ustedes del Padre, el espíritu de la verdad, que procede del Padre, ése dará testimonio acerca de mí, y ustedes, a su vez, han de dar testimonio, porque han estado conmigo desde que principié” (Jn 15,26) (VNM). Tanto el Espíritu Santo como los discípulos de Jesús dan testimonio. ¿Cómo es posible que el primero carezca de personalidad y los segundos no? ¿Cómo es posible que un ente carente de personalidad sea el encargado de instruir a seres que sí la tienen?
“El espíritu mismo da testimonio con nuestro espíritu de que somos hijos de Dios” (Rom 8,16) (VNM).
El Espíritu Santo guía a la Verdad. “Sin embargo, cuando llegue aquél, el espíritu de la verdad, él los guiará a toda la verdad, porque no les hablará por su propio impulso, sino que hablará las cosas que oye, y les declarará las cosas que vienen” (Jn 16,13) (VNM).
Las palabras de Jesús transmitidas por el autor del cuarto evangelio no pueden resultar más claras: el Espíritu guiará a toda la verdad; hablará no según su propio impulso, sino lo que oiga, y anunciará el futuro. ¿Puede una fuerza impersonal -como la electricidad- hacer esto?
El Espíritu Santo glorifica. “Aquél (el Espíritu Santo) me glorificará, porque recibirá de lo que es mío y se lo dará a ustedes” (Jn 16,14) (VNM).
El Espíritu Santo dirige la evangelización. “Además atravesaron Frigia y el país de Galacia, porque el espíritu santo les había prohibido hablar la palabra en el (distrito de) Asia” (He 16,6) (VNM).
¿Es siquiera verosímil que una fuerza impersonal pudiera formular prohibiciones y órdenes en relación con un tema como la evangelización?
El Espíritu Santo conduce. “Porque todos los que son conducidos por el espíritu de Dios, éstos son los hijos de Dios” (Rom 7,14) (VNM).
¿Cómo es posible que una fuerza carente de personalidad -como la electricidad- conduzca a personas que sí tienen personalidad, de tal manera que si éstas se someten a su guía pongan de manifiesto que son hijos de Dios?
El Espíritu Santo intercede. “De igual manera el espíritu también acude con ayuda para nuestra debilidad; porque el (problema de) lo que debemos pedir en oración cómo necesitamos hacerlo no lo sabemos, pero el espíritu mismo aboga por nosotros con gemidos no expresados. Sin embargo, el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del espíritu, porque éste aboga en conformidad con Dios por los santos” (Rom 8,26-27) (VNM).
¿Cabe en cabeza humana que un ente sin ninguna personalidad sepa más que seres humanos que sí la tienen? ¿Es lógico pensar que un ente que no tiene personalidad se preocupe hasta el punto de abogar por seres humanos con gemidos que no pueden narrarse? ¿Es siquiera asimilable que un ente sin personalidad abogue además en plena conformidad con lo que Dios desea?
El Espíritu Santo envía. “Por consiguiente, estos hombres, enviados por el Espíritu Santo, bajaron a Seleucia, y de allí se embarcaron para Chipre” (He 13,4).
¿Cómo es posible que un ente sin personalidad pueda enviar a seres que sí la tienen, marcándoles además su itinerario concreto?
El Espíritu Santo toma decisiones en el seno de la Iglesia. “Porque al espíritu santo y a nosotros mismos nos ha parecido bien no añadirles ninguna otra carga salvo estas cosas necesarias” (He 15,28) (VNM).
¿Desde cuándo una fuerza impersonal -como la electricidad- puede tomar decisiones junto a seres humanos?
“Presten atención a sí mismos y a todo el rebaño, entre el cual el espíritu santo los ha nombrado superintendentes, para pastorear la congregación de Dios…” (He 20,28) (VNM).
Pero ¿cómo puede una fuerza sin personalidad nombrar a los obispos para que pastoreen la Iglesia?
El Espíritu Santo provoca la profecía. “Ahora bien, en estos días unos profetas bajaron de Jerusalén a Antioquía. Uno de ellos, por nombre Agabo, se levantó, y por el espíritu procedió a indicar que una gran hambre estaba por venir sobre toda la tierra habitada; la cual de hecho tuvo lugar en el tiempo de Claudio” (He 11,27-28) (VNM).
“Y viniendo a nosotros y tomando el cinturón de Pablo, se ató los pies y las manos y dijo: Así dice el Espíritu Santo: Al varón a quien pertenece este cinturón los judíos lo atarán de esta manera en Jerusalén y lo entregarán en manos de gente de las naciones” (He 21,11) (VNM).
En estos pasajes asistimos a dos ocasiones en que el Espíritu Santo movió a un profeta a predecir el futuro incluso señalando las palabras concretas que debía pronunciar. Las profecías, al contrario de las dadas por testigos, adventistas, mormones o Niños de Dios, se cumplieron. ¿Puede realmente una fuerza impersonal impulsar la profecía hasta el punto de hacer articular las palabras concretas y determinar su cumplimiento?
El Espíritu Santo ordena. “De modo que el espíritu me dijo que fuera con ellos sin dudar nada” (He 11,12) (VNM).
“Mientras ellos estaban ministrando públicamente a Jehová y ayunando, el espíritu santo dijo: “De todas las personas apártenme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado” (He 13,2) (VNM).
¿Cómo es posible que una fuerza impersonal como la electricidad pueda dar órdenes a Pedro, el príncipe de los apóstoles, y a la Iglesia, pronunciando incluso frases completas?
El Espíritu Santo da dones. “Pero la manifestación del espíritu se da a cada uno con un propósito provechoso. Por ejemplo, a uno se le da mediante el espíritu habla de sabiduría, a otro habla de conocimiento según el mismo espíritu, a otro fe por el mismo espíritu, a otro dones de curaciones por ese único espíritu, a otro operaciones de obras poderosas, a otro el profetizar, a otro discernimiento de expresiones inspiradas, a otro lenguas diferentes, y a otro interpretación de lenguas. Pero todas estas operaciones las ejecuta el uno y mismo espíritu. Distribuyendo a cada uno respectivamente así como dispone” (1Cor 12,7-11).
Ahora bien, nosotros nos preguntamos ¿cómo es posible que una fuerza sin personalidad y que, por lo tanto, carece de discernimiento, de sabiduría, de fe, de conocimiento -todas ellas cualidades personales- puede dotar de esos dones a seres humanos? ¿No será precisamente porque sí tiene personalidad y porque además dispone de todas estas cualidades?
El Espíritu Santo revela. “Además, se le había revelado divinamente por el espíritu santo que no vería la muerte antes de que hubiera visto al Cristo de Jehová” (Lc 2,26) (VNM).
Pero ¿cómo puede revelar el futuro a una persona un ente que no tiene personalidad?
El Espíritu Santo habla frases enteras. Hemos visto ya algunos ejemplos en los apartados anteriores, pero vamos a citar alguno más:
“De modo que el espíritu dijo a Felipe: Acércate y únete a ese carro” (He 8,29) (VNM).
¿Cómo puede una fuerza impersonal pronunciar frases coherentes y articuladas que tienen un propósito y que incluso vaticinan el futuro?
El Espíritu Santo puede ser resistido. “Hombres obstinados e incircuncisos de corazón y de oídos, siempre están ustedes resistiendo al espíritu santo; como hicieron sus antepasados antes de ustedes” (He 7,51) (VNM).
Creemos que los textos reproducidos arriba, escasos botones de muestra por otra parte, establecen de manera indiscutible el concepto que los primeros cristianos tenían acerca del Espíritu Santo. Para ellos no era una fuerza activa e impersonal, comparable a la electricidad, como pretende la Wachtower. Por el contrario, el Espíritu Santo no sólo tenia personalidad, sino que además contaba con un papel en la vida de la Iglesia y de los creyentes (papel ya anunciado por el propio Jesús) que dejaba entrever su valor sobrehumano y, como examinaremos con más claridad en el siguiente apartado, divino. Sinceramente no pensamos que se pueda pretender bajo ningún concepto que, a la luz del Nuevo Testamento, el Espíritu Santo es una energía carente de personalidad.
3. El Espíritu Santo es Dios
Ahora bien, ¿muestra con la misma certeza la Escritura que el Espíritu Santo es Dios? Una vez más vamos a dejar hablar a la Biblia, limitando nuestros comentarios a su mínima expresión.
Mentir al Espíritu Santo es mentir a Dios. “Pero Pedro dijo: Ananías, ¿por qué te ha envalentonado Satanás a tratar con engaño al espíritu santo y a retener secretamente parte del precio del campo? Mientras permanecía contigo, ¿no permanecía tuyo?, y después que fue vendido, ¿no continuaba bajo tu control? ¿Por qué te propusiste un hecho de esta índole en tu corazón? No has tratado con engaño a los hombres, sino a Dios” (He 5,3-4) (VNM).
El Espíritu Santo es el mismo Jehová que habló en el Antiguo Testamento. “Así, porque estaban en desacuerdo unos con otros, empezaron a irse, mientras Pablo hacía este único comentario: Aptamente habló el espíritu santo por Isaías el profeta a los antepasados de ustedes diciendo: Ve a este pueblo y di: Oyendo oirán, pero de ningún modo entenderán; y mirando mirarán, pero de ningún modo verán” (He 28,2526) (VNM).
Ahora bien, lo cierto es que Pablo cita de Is 6,8-9; y allí no se dice que hablara el Espíritu Santo, sino el mismo Jehová: “Y empecé a oír la voz de Jehová, que decía: ¿A quién enviaré y quién irá por nosotros? Y yo procedía a decir: Aquí estoy yo. Envíame a mí. Y él pasó a decir: Ve, y tienes que decir a este pueblo: Oigan vez tras vez, pero no entiendan; y vean vez tras vez, pero no consigan conocimiento” (ls 6,8-9).
¿Se equivocaba el apóstol Pablo al identificar a Jehová con el Espíritu Santo, o se equivocan los testigos al decir que el Espíritu Santo no es Dios?
“Por esta razón, así como dice el espíritu santo: Hoy, si ustedes escuchan la propia voz de él, no endurezcan sus corazones como en la ocasión de causar amarga cólera, como en el día de hacer la prueba en el desierto, en el cual sus antepasados me probaron con una prueba, y con todo habían visto mis obras durante cuarenta años. Por esta razón quedé asqueado de esta generación y dije: Siempre se descarrían en su corazón y ellos mismos no han llegado a conocer mis caminos. De modo que juré en mi cólera: No entrarán en mi descanso” (Heb 3,7-11) (VNM).
El autor de la carta a los Hebreos reproduce aquí una extensa cita del Sal 95,7-11, atribuyéndola al Espíritu Santo. Basta ir al Antiguo Testamento para comprobar que el que habla en el mismo es Jehová. Ahora bien, ¿se equivocaba el autor de la carta a los Hebreos identificando al Espíritu Santo con el Jehová del Antiguo Testamento, o se equivoca la Wachtower al decir que el Espíritu Santo ni es Dios ni tiene personalidad?
El Espíritu Santo es Jehová. Por todo lo anterior es fácil de comprender que el Nuevo Testamento identifique al Espíritu Santo de manera clara con el Señor del Antiguo: “Ahora bien, Jehová es el espíritu; y donde está el espíritu de Jehová hay libertad” (2Cor 3,17) (VNM).
La misma Biblia de la Wachtower lo expresa con una claridad tan meridiana que creemos que sobran los comentarios.
Sólo el Espíritu Santo abarca las cosas de Dios. Por todo ello no es de extrañar que en la mente de los autores del Nuevo Testamento, que, como hemos visto, no creían que el Espíritu Santo no fuera Dios ni tampoco pensaban que era una fuerza impersonal, anidara la certeza de que toda la inmensidad de Dios sólo podía ser penetrada por el Espíritu Santo, algo imposible si éste hubiera sido una simple fuerza activa carente de personalidad:
“Porque, ¿quién entre los hombres conoce las cosas del hombre salvo el espíritu del hombre que está en él? Así también, nadie ha llegado a conocer las cosas de Dios salvo el espíritu de Dios” (1Cor 2,11) (VNM).
Porque el Espíritu Santo es Dios, se puede blasfemar contra él. “Sin embargo, cualquiera que blasfemare contra el espíritu santo no tiene perdón jamás, sino que es culpable de pecado eterno” (Mc 3,29) (VNM). [La blasfemia contra el Espíritu Santo es la resistencia frente al mismo. Mientras otros pecados permiten su perdón al no entrañar necesariamente la dureza de corazón, el que se cierra al Espíritu Santo impide que el arrepentimiento entre en su alma y con él la misericordia de Dios.]
4. Conclusión
En opinión del que escribe estas líneas, la doctrina del Espíritu Santo es una de las realidades más hermosas y conmovedoras de las que nos hablan las Escrituras. Activo de manera menos manifiesta en el Antiguo Testamento, es a partir de pentecostés cuando irrumpe con toda su grandeza y poder en la historia de la humanidad.
Cuando el creyente está solo, es el Espíritu Santo el que intercede por él con unos gemidos que no pueden expresarse en términos humanos; cuando siente la duda, clama al unísono con nuestras almas, recordándonos que tenemos un Padre en el cielo; cuando la Iglesia se zarandea en el mar de la historia, él se presta a guiarla y reparte, sin miedo al derroche, sus carismas (en los que la Wachtower no cree) para edificación del cuerpo de Cristo. Ese espíritu abrió la puerta de la Iglesia a los judíos del pentecostés llegados de los lugares más remotos de la tierra; se derramó sobre Cornelio, el primer gentil cristiano, y abrió las rutas del evangelio en medio de una sociedad que, como la nuestra de hoy en día, lo necesitaba ardientemente. Ese espíritu enseña y recuerda la palabra y la obra de Jesús, da testimonio y revela. Sin él no seríamos nada, porque él empolló la vida que había en el fondo de las aguas antes de la creación (Gén 1,2). En su nombre somos bautizados, y él nos sostiene en nuestra vida para que, como hijos de Dios, un día podamos estar con Cristo para siempre. No es de extrañar, pues, que los primeros cristianos lo citaran con profusión en sus oraciones y que ansiaran cada vez más su cercanía; y tampoco es raro que el himno cristiano más hermoso quizá de todos los tiempos, el Veni Creator Spiritus esté dedicado y dirigido a él.
La jactancia de la Wachtower, empero, lo califica simplemente como una fuerza sin personalidad, que se asemeja a la electricidad, que no es Dios, que ya no derrama sus dones sobre el pueblo de Dios. Si en ocasiones la falsedad puede ser externamente hermosa, no es en este caso, porque a la grandeza sublime e inenarrable de las Escrituras sólo ha sustituido una paupérrima caricatura sectaria.

La Trinidad o Tri-unidad de Dios.(primera parte)

Esta serie de estudios la pongo con la idea de ayudar a los miembros de los testigos de Jehova,Unitarios,los solo Jesus,etc,ect,ect…).Espero en mi Senor que puedan entender los puntos que se explican con mucha maestria y claridad por parte del autor Fernando Renau.
¿Enseña la Biblia queCristo es Dios?
Análisis de textos bíblicos.
Primer capítulo del libro Las Sectas frente a la Biblia

(Lo que el autor en su libro ha escrito en forma de nota al pie de página,en esta edición digital se encuentra entre corchetes [ ])
NOTA DEL AUTOR SOBRE LAS VERSIONES DEL TEXTO SAGRADO: A lo largo de la obra he utilizado con preferencia mi propia traducción directa del griego para el Nuevo Testamento, y del hebreo y arameo para el Antiguo. En el primer caso me he valido del Greek-English New Testament, de Nestlé y Aland, Editio XXVI, Stuttgart 1981, y en el segundo de la Biblia Hebraica Stuttgartensia, Editio Minor, Stuttgart 1984. Cito también de las versiones prestigiosas de la Biblia comunes en el mundo de habla hispana y de las propias ediciones de las sectas. Las siglas siguientes son las utilizadas en relación con las diversas traducciones de la Biblia: VNM: Versión del Nuevo Mundo o Biblia de los Testigos de Jehová; EP: La Santa Biblia, de Ediciones Paulinas; BJ: Biblia de Jerusalén; NC: Nácar Colunga;VP: Versión Popular; VM: Versión Moderna; NBE: Nueva Biblia Española; RV: Reina-Valera. Cuando no se indica referencia, la traducción es mía.
La cuestión de la divinidad de Cristo ha sido el continuo caballo de batalla en la historia del cristianismo. En las Escrituras aparecen ya los primeros intentos de negarla durante el período neotestamentario, y raro ha sido el siglo desde entonces en que no haya surgido un movimiento que, de una u otra manera, no haya cuestionado la plena divinidad de Cristo. Desde los ebionitas a los Testigos de Jehová pasando por los arrianos o los socinianos, los grupúsculos sostenedores de esta tesis se cuentan por docenas.
Aunque algunas sectas, como los mormones o los adventistas, se adhieren formalmente a la doctrina de la divinidad de Cristo [Que esta adhesión es sólo formal queda de manifiesto cuando descubrimos que los adventistas afirman que Cristo era el arcángel Miguel (Questions of doctrine, pp.71-83), y que los mormones sostienen que los hombres salvados se convierten en dioses (Doctrinas y convenios, 132:37), y que Jesús fue el hijo de Adán, el único Dios con el que tenemos que tratar los habitantes de este planeta (Diary of Hosea Stout, 9 de abril de 1852, vol. 2, p. 435)], lo cierto es que la mayoría de ellas la niega de una manera u otra. Tal es el caso de los mooníes, los Testigos de Jehová o los Niños de Dios. En este capítulo trataremos de examinar las objeciones tomadas de la Biblia que presentan contra esta doctrina, la enseñanza bíblica al respecto, algunos ejemplos del pensamiento rabínico sobre la divinidad del mesías y la opinión de los primeros cristianos.
1. Las objeciones contra la divinidad de Cristo
Históricamente la pobreza de los argumentos aducidos contra la divinidad de Cristo es tan considerable, que podemos decir que los consignados a continuación constituyen la práctica totalidad. Como tendremos ocasión de ver, ninguna de las citas manejadas por las sectas vulnera en absoluto la enseñanza bíblica de la Trinidad y, en su mayor parte, arrancan de una falta de conocimiento preciso acerca del contenido de ese dogma. Pasemos ahora a los textos:
a) Marcos 13,32, o Mateo 24,36. La interpretación de los antitrinitarios pretende que en este pasaje se demuestra tajantemente que Cristo no era Dios, puesto que no era omnisciente. Se incurre con esto en un error que veremos repetido en varias ocasiones: la incapacidad de distinguir entre la naturaleza humana y la naturaleza divina de Jesús. Es obvio que la primera era, como humana, limitada: Jesús se cansaba, tenía sed, padecía el dolor, su conocimiento era limitado, etc. Ahora bien, como Dios, era omnisciente. Veamos algunos ejemplos de la Escritura: “Ahora sabemos que sabes todas las cosas y no necesitas que nadie te interrogue. En esto creemos que salimos de Dios” (Jn 16,30) (VNM). “De modo que le dijo: Señor, tú sabes todas las cosas” (Jn 21,17) (VNM). “… Cristo. Cuidadosamente ocultados en él están todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento” (Col 2,3). Ni para Juan ni para el autor de la carta a los Colosenses, Jesús era un personaje privado de omnisciencia. Todo lo contrario: sabía todo y en él estaban, sin excepción, todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento.
b) Juan 14, 28. La interpretación sectaria de este pasaje adolece también de un desconocimiento de fondo del dogma trinitaria. Insistimos una vez más en que la persona del Hijo, la segunda de la Trinidad, tiene una naturaleza humana y otra divina. La humana, lógicamente, es inferior a la divina del Padre; pero ambas personas divinas, la del Padre y la del Hijo, son iguales. Es precisamente por eso por lo que el evangelio de Juan recoge la información de que los judíos del tiempo de Jesús deseaban matarle, porque se hacía igual a Dios: “A causa de esto realmente los judíos procuraban con más empeño matarlo, porque no sólo quebrantaba el sábado, sino que también llamaba a Dios su propio Padre, haciéndose igual a Dios” (Jn 5,18-19) (VNM).
c) Apocalipsis 3,14. La interpretación antitrinitaria de este pasaje (uno de los más utilizados por los arrianos en su día) pretende que aquí Cristo es presentado como el “primer ser creado”. Lo cierto es que tal afirmación sólo demuestra una ignorancia absoluta del sentido del término arjé (traducido aquí como “principio”). En calidad de título, como aparece aquí, la palabra arjé tiene en multitud de ocasiones el significado de “príncipe” o “principado”. En tal sentido aparece, por ejemplo, en Rom 8,38; Ef 1,21; 3,10; 6,12; Col 1,16; 2,10; Tit 3,1, etc). Ahora bien, en el libro de Apocalipsis, arjé es un título que se aplica única y exclusivamente a Dios; v.gr., Ap 21,6, en su calidad de fuente (principio) de todo. Por tanto, el pasaje no dice que Cristo fue el primer ser creado, sino que fue la fuente, el origen, el principio de que emanó la creación divina; es decir, que es el mismo creador, como tendremos ocasión de ver en el apartado que sobre ese tema hay en este capítulo.
d) Colosenses 1,15. De nuevo nos hallamos ante una interpretación errónea de un texto en base a la ignorancia terminológica de las sectas. Éstas interpretan la palabra “primogénito” en el sentido de “primer creado”; Cristo, pues, sería una simple criatura. Ahora bien este análisis del pasaje es erróneo por las siguientes razones:
1a. Primogénito (protótokos en griego) no es lo mismo que primer creado (protiktos en griego). Si realmente Pablo hubiera deseado expresar que Cristo era un ser creado, hubiera empleado el verbo “crear” lo que no hizo.
2a. El término “primogénito” no equivale en lengua hebrea tanto al primero en nacer como al que posee ciertos derechos de gobierno, herencia o realeza. Así la Biblia contiene diversos ejemplos de “primogénitos” que no fueron los primeros. Así, en Sal 89,27 (VNM) se anuncia que David sería nombrado “primogénito”. David no lo era familiarmente (de hecho sabemos que era el menor de su familia), ni tampoco fue el primer rey de Israel (que fue Saúl), pero sí iba a contar con una supremacía, con una “primogenitura”. Otro ejemplo de la palabra “primogénito” utilizada en ese sentido se halla en Jer 31,9, donde se denomina a Efraín como “primogénito”. Ahora bien, si leemos el relato de Gén 48,13-14, vemos que realmente Efraín era el menor y Manasés era el primogénito. Un ejemplo más de este empleo de la palabra “primogénito” lo hallamos en Éx 4,22, donde se aplica tal título a Israel. Lógicamente, no se pretende señalar aquí que Israel fue la primera nación creada (lo que no sería verdad), sino que Israel gozaba de una primacía a los ojos de Dios. Por lo tanto, Pablo no está aquí diciendo que Cristo es un ser creado, sino que tiene la total supremacía sobre la creación; en otras palabras, que es el mismo creador.
3a. El contexto indica que Pablo considera a Cristo no un ser creado, sino el mismo creador: De hecho esto es tan claro, que la VNM ha falseado el original griego, incluyendo palabras entre corchetes para ocultar esta revelación. Dice así, por citar un ejemplo, La Santa Biblia, de Ediciones Paulinas: “Porque por él mismo (Cristo) fueron creadas todas las cosas, las de los cielos y las de la tierra, lo invisible y lo visible, tanto los tronos como las dominaciones, los principados como las potestades; absolutamente todo fue creado por él y para él; y él mismo existe antes que todas las cosas y todas subsisten en él” (Col 1,16-17). Este fragmento del himno cristológico del capítulo primero de Colosenses no puede estar más claro: Cristo es no un ser creado, como pretenden las sectas, sino el creador de todo. Por eso existe antes de todo lo creado, ya que si él hubiera sido una creación no hubiera podido tener vida antes de toda la creación, sino sólo de la parte posterior a él mismo. Como era de esperar, la VNM falsifica este texto para amoldarlo a su torcida teología y traduce (?) así: “Porque por medio de él todas las (otras) cosas fueron creadas… Todas las (otras) cosas han sido creadas mediante él y para él. También él es antes de todas las (otras) cosas y por medio de él se hizo que todas las (otras) cosas existieran”. No puede ser mayor la diferencia entre el texto griego original y la VNM: Cristo ya no es el creador (”por él mismo”), sino un instrumento de la creación (”por medio de él”). Tampoco es ya el creador anterior a todo lo creado, sino un ser creado anterior a “todas las otras cosas creadas”. El hecho de añadir palabras en el texto para cambiar radicalmente el significado que quiso darle el autor de la carta a los Colosenses es algo que no parece haber pesado en la conciencia de la Wachtower y que la mayoría de sus adeptos ignoran. Pero ¿qué amor puede tener la Wachtower a la Biblia cuando no sólo no busca honestamente su enseñanza, sino que además tergiversa una traducción para dar base a sus doctrinas?
e) Proverbios 8,22. Dice así la VNM: “Jehová mismo me produjo como el principio de su camino, el más temprano de sus logros de mucho tiempo atrás”. Según la especialísima exégesis de la Wachtower, que, quizá sin saberlo, es sólo un eco de la de Arrio, el texto de Proverbios estaría hablando aquí de Cristo, simbolizado bajo la imagen de la sabiduría, y enseñaría que fue creado (”producido”). No obstante, tal exégesis es por muchas razones descabellada:
1a. El pasaje no dice en ningún momento que esté hablando del mesías; se trata de un hermoso poema en el que se utiliza la prosopopeya, es decir, la personificación de una cualidad para crear un efecto literario. En este caso se personifica a la sabiduría, pero no se menciona en ningún pasaje que ésta sea el mesías.
2a. El contexto niega que se pueda referir a Jesús: las profecías mesiánicas (como Is 52,l3ss.) contienen siempre referencias que podemos reconocer en la vida de Jesús. Ahora bien, aquí se nos dice que la sabiduría edificó una casa (Prov 9, 1a), que ha labrado siete columnas (Prov 9, 1b), que dispuso la mesa mezclando el vino y degollando carne (Prov 9,2), etc. Está claro que nada de esto tiene relación con la persona de Jesús; pero sí tiene sentido si se interpreta como una personificación poética de la sabiduría.
3a. La traducción “me produjo” no es correcta; pero, por si fuera poco, el pasaje, como es habitual cada vez que la Wachtower se ocupa de traducir, está penosamente traducido. La palabra hebrea que se vierte por “produjo” es qnh, que significa “poseyó” o “poseía”, como han traducido la versión Reina Valera (RV) o la Nácar Colunga (NC). En algún caso este verbo puede tener un significado secundario de “engendrar”, y así han vertido el pasaje la Versión Popular (VP) y la Versión Moderna (VM), pero no parece que en este contexto sea la traducción más adecuada.
Intentar, pues, desprender del pasaje de Prov 8,22 que Cristo fue creado no deja de ser un dislate exegético.
f) Juan 1,18. La tesis de la Wachtower es que, puesto que a Dios no lo ha visto nadie y a Cristo lo vieron, este último no puede ser Dios. Ahora bien, este pasaje no está hablando de una visión física de Dios, sino espiritual. De hecho, el Antiguo Testamento registra varios casos de visión física de Dios, como el recogido en Is 6,lss. o el de Am 9,1, que pueden comprobarse en la misma VNM. Lo que aquí se nos dice es que a Dios nadie lo ha visto como para poder explicarlo de manera cabal, pero Cristo sí lo ha explicado.
Por otro lado, aunque el pasaje implicara una visión física de Dios, tampoco estaría indicando que Cristo no era Dios, ya que lo que vieron sus discípulos fue su envoltura humana, y no su naturaleza divina. En ese sentido podría decirse que a Dios, con toda la grandeza de su gloria, no lo ha visto nadie, porque cuando se encarnó en Cristo la humanidad servía de velo a aquélla.
g) Jesús es Miguel, el arcángel. Esta doctrina de los Testigos no pertenece originalmente a ellos. Se origina en una doctrina idéntica sostenida por los Adventistas del Séptimo Día (Questions of Doctrine, pp 71-83). La razón es que inicialmente buena parte de los autores adventistas sostenían una visión de Cristo de corte arrianizante. Cuando, con el paso del tiempo, este enfoque varió, optando por un reconocimiento formal de la Trinidad, quedaron resquicios de arrianismo en la teología de las secta capitaneada por Ellen White, de donde los ha tomado la Wachtower.
En realidad, esta objeción carece de la más mínima base. Sencillamente: no hay un solo pasaje en la Biblia donde se diga que el arcángel san Miguel es Cristo.
h) Jesús habla con el Padre. La tesis de la Wachtower pretende que Cristo no puede ser Dios, puesto que se ve claramente cómo se dirige a Dios. Tal afirmación sólo revela un desconocimiento profundo de la doctrina de la Trinidad. Ésta no enseña que el Hijo, el Padre y el Espíritu Santo son la misma persona, sino que son tres personas distintas y un solo Dios verdadero. El diálogo entre el Padre y el Hijo, por lo tanto, no contradice la doctrina de la Trinidad, sino que la confirma.
i) Jesús es el Hijo de Dios, y no Dios. A este respecto recomendamos repasar lo señalado arriba en relación con el texto de Jn 5,18.
j) Salmo 2,7. Según la teología de la Wachtower, este pasaje indicaría que hubo una época en que el Hijo no existió y posteriormente sí; luego se trata de un ser creado. Además, el término “engendrar” debe entenderse como “crear”. Lo cierto es que la fórmula que se recoge en este salmo parece ser que se utilizaba en la coronación de los reyes de Israel. Con ella se pretendía indicar que el monarca pasaba a ser “hijo de Yavé” de una manera muy especial.
Ahora bien, en el caso de este salmo, el Nuevo Testamento nos ha conservado la interpretación que del mismo hacía la Iglesia primitiva. Veamos: “Pero Dios lo levantó de entre los muertos, y por muchos días se hizo visible a los que habían subido con él de Galilea a Jerusalén, los cuales son ahora testigos de él al pueblo. De modo que nosotros estamos declarándoles las buenas nuevas acerca de la promesa hecha a los antepasados, que Dios la ha cumplido enteramente para con nosotros los hijos de ellos al haber resucitado a Jesús, así como está escrito en el Salmo segundo: Tú eres mi hijo, este día he llegado a ser tu Padre” (He 13,30-33).
Para Pablo, el salmo 2 no enseñaba que Cristo fuera un ser creado, sino que contenía la afirmación de que resucitaría un día. Naturalmente somos muy libres de preferir la interpretación de la Wachtower a la del apóstol de los gentiles.
Digamos, finalmente, que el término “engendrar” ni significa “crear” ni es contrario a la enseñanza de la Trinidad. De hecho, el credo trinitario de Nicea afirma que la persona del Hijo fue “engendrada y no creada, de la misma naturaleza que el Padre”. Los que creemos en la Trinidad creemos asimismo que Cristo fue engendrado desde la eternidad de la misma naturaleza que el Padre, pero que no fue creado. Este texto apoyaría precisamente esa tesis, puesto que en él no se dice que el Hijo fuera creado, sino engendrado.
Hasta aquí hemos podido ver el nulo fundamento que tiene afirmar que la Biblia niega la divinidad de Cristo. Ahora bien, el que no haya argumentos en contra no significa necesariamente que los haya a favor. ¿Existen pruebas en el Nuevo Testamento de que los primeros cristianos creyeran que Cristo era Dios? A examinar esa cuestión dedicaremos las próximas páginas.
2. Según la Biblia, Cristo es Díos, y no un dios
Contra lo que piensan la mayoría de las personas (y es error muy repetido en diversas publicaciones), los Testigos de Jehová no niegan la divinidad de Cristo, sino su plena divinidad. Es decir, para ellos Cristo es un dios (o el arcángel san Miguel), pero no es Dios. Nosotros intentaremos mostrar en las siguientes páginas cómo la Biblia indica específicamente lo contrario: Cristo es Dios, y no un dios. Las razones, entre otras muchas, son las siguientes:
2.1. Cristo tiene títulos en el NT que sólo son aplicables a Dios
Dios.
La teología de los Testigos, en realidad, es politeísta. Parte de la base de que existe un gran Dios increado (Jehová), seguido por un dios inferior y creado (Cristo) y por multitud de dioses de una categoría aún más ínfima, como el diablo y los ángeles. La enseñanza de la Biblia, por otra parte, es naturalmente monoteísta: sólo hay un Dios, no ha habido ninguno antes ni lo habrá después.
“Ustedes son mis testigos -es la expresión de Jehová- aun mi siervo, a quien he escogido, para que sepan y tengan fe en mí, y para que entiendan que yo soy el mismo. Antes de mí no fue formado Dios alguno y después de mí continuó sin que lo hubiera” (Is 43,10) (VNM).
Este pasaje, conocido de memoria por todos los adeptos de la Wachtower, ya que de él derivan su nombre, contiene en su segunda parte una afirmación que contradice tajantemente las enseñanzas de aquélla. No enseña que hay un gran Dios (Jehová), otro inferior y creado (el mesías) y una pléyade de dioses a continuación, sino que sólo hay uno y ninguno más.
“Esto es lo que ha dicho Jehová, el Rey de Israel y el Recomprador de él, Jehová de los ejércitos: Yo soy el primero y yo soy el último, y fuera de mí no hay Dios” (Is 44,6) (VNM). La afirmación es clara y contundente; pero choca frontalmente con la teología de la Wachtower, que enseña la existencia de varios dioses.
“Yo soy Jehová, y no hay ningún otro. Con la excepción de mí no hay Dios…, no hay ningún otro; no hay otro Dios” (Is 45,5,14) (VNM).
Naturalmente, los primeros cristianos creían lo mismo que enseñó Isaías, y no la teología de la Wachtower, que establece que hay varios dioses. Y no sólo es que creían en un monoteísmo estricto (un solo Dios y ningún otro más), sino que además afirmaron que Cristo era ese Dios. Como esto resulta tan claro y equivale a reconocer que la teología jehovista es una farsa, los dirigentes de la Wachtower no han tenido el más mínimo inconveniente en alterar la traducción de la mayoría de los pasajes donde se dice que Cristo es Dios. A analizar algunos de éstos vamos a dedicarnos ahora.
a) Romanos 9,5. Dice la versión del texto griego: “El Cristo según la carne, el cual es Dios bendito”. Pablo afirma tan claramente que Cristo es Dios bendito, que la VNM no ha tenido el menor reparo en introducir una palabra entre corchetes en el texto para desvirtuar tal afirmación. Dice así: el Cristo según la carne: Dios, que está sobre todos, (sea) bendito para siempre. Basta quitar de la VNM el sea entre corchetes para tener una afirmación clarísima de la divinidad de Cristo.
b) Filipenses 2,5ss. “… Cristo Jesús, el cual existiendo en forma de Dios no se aferró a ser igual a Dios”.
Pablo lo expresa con claridad: Cristo era igual (no inferior) a Dios, pero no se aferró a ello, sino que se vació (ése es el significado literal del término griego kenosis) para hacerse hombre y redimirnos en la cruz. Pues bien, veamos cómo esta afirmación clarísima ha sido desvirtuada en la versión del Nuevo Mundo añadiendo de nuevo palabras que no están en el original: “… Cristo Jesús, quien aunque existía en la forma de Dios, no dio consideración a una usurpación, a saber: que debiera ser igual a Dios”.
Basta comparar la VNM con otras traducciones para comprobar lo viciado y lleno de prejuicios que ha sido su método de trabajo, método que sólo buscaba defender a la secta, y no a la enseñanza de la Biblia.
c) Colosenses 2,9. “Porque en él habita la plenitud de la divinidad corporalmente”.
Contra lo que enseña la Wachtower, Pablo afirma aquí que Cristo no es un dios o un mini-dios, sino que en él habita corporalmente la plenitud de la divinidad. Veamos cómo la VNM ha intentado velar esta gloriosa verdad: “Porque en él mora corporalmente toda la plenitud de la cualidad divina”.
Ahora bien, esta subversión del texto, a fin de cuentas, sólo a medias consigue su objetivo, porque sólo Dios puede tener cualidad divina; y hemos visto en Isaías que sólo hay un Dios. Si en Cristo mora toda la plenitud de la cualidad divina, es que es Dios, y no un dios, como pretende la Wachtower.
d) Tito 2,13. “Esperando la feliz esperanza y manifestación de la gloria del gran Dios y salvador nuestro Jesucristo”.
El texto es diáfano como el cristal. Pablo habla de la maravillosa esperanza del creyente cristiano que aguarda la venida de nuestro gran Dios y salvador Jesucristo. De nuevo la VNM ha introducido palabras en el texto para privar a Cristo de su plena divinidad: “Mientras aguardamos la feliz esperanza y la gloriosa manifestación del gran Dios y del salvador nuestro, Cristo Jesús”.
Con un descaro inexcusable, la Wachtower ha introducido una palabra que no está en el texto griego, para dejar a un lado a Dios y a otro al salvador Jesucristo, cuando lo cierto es que el original prodiga los dos atributos (Dios y salvador) a Cristo.
e) Hebreos 1,8. “Con respecto al Hijo: El trono tuyo, oh Dios, por el tiempo del tiempo”.
Este texto reviste una especial relevancia porque en él es el propio Padre el que se dirige a la persona del Hijo; y no lo hace para denominarlo Miguel (como los testigos o los adventistas) ni un dios, sino Dios de manera plena. Como imaginará el lector, también en esta ocasión la VNM altera el texto añadiendo palabras: “Pero respecto al Hijo: Dios es tu trono para siempre jamás”.
En el fondo, sin embargo, esta burda falsificación dice lo contrario de lo que pretende; porque, ¿quién es mayor, el trono o el que se sienta en él? Pues bien, si Dios es el trono del Hijo, éste debe ser, al menos, tan grande como Dios.
f) 2Pedro 1,1. “… En justicia del Dios nuestro y salvador Jesucristo”.
Como en Tit 2,13, de nuevo nos hallamos ante una afirmación de que Cristo es Dios. Veamos cómo vierte el pasaje la VNM: “Por la justicia de nuestro Dios y del salvador Jesucristo”.
Una vez más, añadiendo una palabra que no está en el original, se altera todo el sentido de la frase, privando a Cristo de la atribución que Pedro le hace de su divinidad plena. Sin embargo, es curioso que en el versículo 11 de este mismo capítulo de la primera epístola de Pedro aparezca la misma construcción gramatical; pero esta vez la Wachtower la ha traducido bien (”de nuestro Señor y salvador Jesucristo”), porque no une a Cristo con el título de Dios. Resulta vergonzoso el contemplar cómo puede haber personas con tan pocos escrúpulos morales como para alterar el texto sagrado a fin de defender con más facilidad sus doctrinas.
g) Juan 1,1. Sin duda, es ésta la falsificación más conocida de todas las que pueblan las páginas de la VNM. Dice así: “En (el) principio la Palabra era, y la Palabra estaba con Dios y la Palabra era un dios”.
Basta ir al texto griego original para comprender que se trata de una burda artimaña, consistente en intercalar una palabra que no está en el evangelio de Juan a fin de negar la divinidad de Cristo.
“En principio existía la Palabra, y la Palabra estaba con el Dios y Dios era la Palabra”.
Naturalmente, el pasaje en griego es tan claro que la Wachtower se ha visto obligada a recurrir al poco airoso método de inventarse una regla gramatical para justificar la barbaridad lingüística y teológica que implica su traducción. Según la Wachtower, en griego no existe palabra para indicar la idea de “uno”, y, por lo tanto, cuando una palabra no lleva el artículo determinado (jo, je, to, en griego; el, la, lo, en castellano) debe colocarse delante la palabra “un, una”. Esta regla es falsa; pero lo peor es que ni siquiera la Wachtower (pese a ser su inventora) la sigue:
a’) En griego sí hay palabras para expresar la idea de “uno, una” sin que tenga que suplirlas el traductor. Una de ellas es eis, mia, en (uno, una, uno), que Juan utiliza repetidas veces; v.gr.: Jn 1,40; 6,8.22; 70,71; 7,21.50; 9,25; 10,16.30; 11,49-50.52; 12,2.4; 13,21.23; 17,11.21.22.23; 18,14. 22.26.39; 19,34, etcétera; la otra es tis, ti (uno-a-o ó alguno-a-o), que también es utilizada repetidas veces en el Nuevo Testamento. Si Juan hubiera deseado decir que la Palabra (Cristo) era un dios, hubiera recurrido con toda seguridad al empleo de eis o de tis.
b’) La ausencia de artículo determinado ni siquiera es suplida por “un” en la misma Wachtower. Fijémonos a título de ejemplo en el mismo capítulo 1 del evangelio de Juan. En el versículo 6 se nos dice que un hombre (Juan el Bautista) fue enviado por Dios, y esta palabra va sin artículo determinado; no obstante la Wachtower no ha traducido “representante de un dios”, sino “representante de Dios”. En el versículo 12 se nos habla de cómo llegar a ser hijos de Dios. Ahora bien, la palabra Dios va sin artículo determinado; pero la Wachtower no ha traducido “hijos de un dios”, sino “hijos de Dios”. En el versículo 13, una vez más, la palabra “Dios” va desprovista de artículo determinado; pero la Wachtower no traduce “voluntad de un dios”, sino “de Dios”. Podríamos aducir más ejemplos; pero sinceramente éstos nos parecen suficientes para mostrar que la “regla” citada por la Wachtower no sólo no existe, sino que incluso no es aplicada por ella misma para no caer en el ridículo más absoluto.
c’) La construcción poética de Jn 1,1 no permite traducir “un dios”. Los dieciocho primeros versículos del evangelio de Juan formaron en su conjunto un canto (muy posiblemente antifonal) que se utilizaba en las reuniones de la Iglesia primitiva. Tenía por ello una estructura (muy clara en los tres primeros versículos) de especial belleza, puesto que cada frase terminaba con la misma palabra con que empezaba la siguiente: “En principio era la Palabra, y la Palabra era con el Dios, y Dios era la Palabra”.
Esta construcción además hacía girar su encanto (y su impresionante vigor) en torno al hecho de que la palabra con que concluía una frase y comenzaba la siguiente tenía el mismo valor, contenido y significado. Por esto el “Dios” del final del versículo 1 nunca podía ser “un dios”, sino la palabra “Dios”, con su mismo contenido y fuerza con que concluía la frase anterior.
Examinado el texto de Jn 1,1, en la VNM se descubre, por lo tanto, no sólo una falta de conocimiento mínimo de la lengua en que se redactó el Nuevo Testamento, sino también una carencia de honestidad por la que no ha tenido reparo, una vez más, en alterar la Escritura para hacerla encajar en sus posiciones doctrinales preconcebidas.
Vamos a concluir con lo referente a este texto. Antes, no obstante, desearía hacer una breve referencia al origen de esta traducción penosa del glorioso pasaje de Jn 1,1. Cuando los testigos intentan mostrar que no son los únicos en haber traducido el pasaje de Jn 1,1 de esta manera sólo pueden (y es normal) citar un Nuevo Testamento no editado por ellos que contenga una versión similar. Me estoy refiriendo al Nuevo Testamento de Greber.[Este Nuevo Testamento de Johannes Greber aparece citado por la Wachtower para apoyar su traducción, por citar algún ejemplo, en el libro Asegúrense de todas las cosas, Brooklyn 1965, 489, y en el folleto La Palabra ¿quién es él? Brooklyn 1962, 5.]
¿Quién era Johannes Greber? La Wachtower lo ha presentado a sus adeptos como un sacerdote católico, pero esto es sólo una verdad a medias. Greber fue efectivamente un sacerdote católico; pero abandonó la Iglesia Católica para entrar en círculos espiritistas. Su propio Nuevo Testamento está cortado sobre la base de la teología espiritista y, según dice la introducción del mismo, fueron los espíritus los que le dijeron cómo traducir. Cito de la misma: “Muchas contradicciones entre lo que aparece en los rollos antiguos y el Nuevo Testamento surgieron y fueron tema de sus (de Greber) oraciones constantes pidiendo guía, oraciones que fueron contestadas y las discrepancias clarificadas por el Espíritu mundial de Dios… Su esposa (la de Greber), una médium del Espíritu mundial de Dios, fue a menudo el instrumento para dar las respuestas correctas de los Mensajeros de Dios al pastor Greber”. [De hecho, yo sostengo la tesis de que la VNM no es sino una copia descarada de la traducción espiritista de Greber, como puede verse con facilidad comparando ambas versiones. La de Greber puede obtenerse solicitándola a la Johannes Greber Memorial Foundation, 139 Hillside Avenue, Teaneck, NJ, 07666. USA]
No deja de ser curioso que el único autor que tradujo Jn 1,1 como la Wachtower fuera un ex-sacerdote que colgó la sotana para casarse con una médium y que dejó una versión del Nuevo Testamento que no se basaba precisamente en el estudio de los textos, sino en las instrucciones que recibía en sesiones de espiritismo.
¿Sabe esto la Wachtower? La respuesta es afirmativa. En la Atalaya del 15 de febrero de 1956, páginas 110-111, se afirma en el párrafo 11: “Está muy claro que los espíritus en los que el ex-sacerdote Greber cree lo ayudaron en su traducción”. Una afirmación similar se contiene asimismo en la Atalaya del 1 de abril de 1983, página 31. [Existe un argumento de tipo histórico-teológico adicional en favor de que Juan quería señalar la plena divinidad de Cristo al escribir el primer versículo de su evangelio. Me estoy refiriendo a la utilización del término “Palabra” para definir al Cristo preexistente. Este mismo término era utilizado en los targumim (comentarios interpretativos del Antiguo Testamento) en arameo para referirse a Yavé. De manera que para decir que Yavé creó los cielos y la tierra se indica que Memra (la Palabra) creó los cielos y la tierra, etc. Ese mismo Yavé, según Juan, era el que se había hecho carne para salvarnos.]
Cabría preguntarse qué clase de dirigentes tiene la secta de Brooklyn. No sólo porque están dispuestos a tergiversar el texto sagrado añadiéndole palabras que no aparecen en el mismo, sino porque también se atreven a inventar reglas gramaticales que no existen y que ellos mismos no respetan, buscando como único apoyo una versión del Nuevo Testamento carente de base científica y que, según confiesan en sus publicaciones, es obra de espíritus. Todo esto, no lo olvidemos, para negar la grandiosa verdad de la encarnación de Dios en la persona de Cristo a fin de redimirnos. ¿Realmente se puede confiar en una organización así?
Podríamos presentar ahora más textos falseados; pero vamos a citar sólo dos más en los que la Wachtower, sin darse cuenta, ha permitido que en la VNM los apóstoles llamaran Dios a Jesús. Nos referimos a Jn 20,28 y 1Jn 5,20. “Dijo entonces a Tomás: Pon tu dedo aquí y ve mis manos, y toma tu mano y métela en mi costado, y deja de ser incrédulo y hazte creyente. En contestación Tomás le dijo: Mi Señor y mi Dios” (Jn 20,27-28) (VNM). “… Jesucristo. Este es el Dios verdadero y vida eterna” (1Jn 5,20) (VNM).
La experiencia de la resurrección corporal de Jesús (que también niegan los testigos) significó un auténtico impulso espiritual para sus desolados discípulos. Tomás, el que había dudado, supo desde ese momento que el galileo con el que había compartido los años anteriores era Dios y Señor. Lo mismo afirmaba el apóstol Juan años después.
Ahora bien, todos los apóstoles eran judíos. Conocían las Escrituras y las palabras de Isaías en el sentido de que sólo había un Dios. 0 bien se equivocaban al afirmar que Jesús era Dios y le denominaban así cuando sólo era un dios (y en ese caso la Wachtower tendría razón doctrinalmente hablando) o bien tenían razón al identificar a Cristo con el Dios del que habló Isaías: el único Dios, antes del cual no hubo ninguno y después del cual tampoco habría otro. Si los apóstoles tenían razón, lo cierto es que la Wachtower está equivocada trágicamente. El autor de estas líneas no se avergüenza en decir que cree en los apóstoles, aunque eso signifique considerar a la Wachtower y sus doctrinas una farsa total.
Jehová.
Precisamente como los primeros cristianos vieron en Jesús al Dios del Antiguo Testamento encarnado, no dudaron en referir al mismo multitud de textos cuyo protagonista en el Antiguo Testamento era Jehová. [Como seguramente sabrá el lector, la vocalización “Jehová” es totalmente incorrecta. El tetragramaton (o cuatro letras: YHVH) de uno de los nombres de Dios en el Antiguo Testamento (no el único, como pretenden los testigos); posiblemente se debiera vocalizar con “a” y “e”, dando como resultado la forma “Yahveh”. Lo que sí es seguro es que no se pronunciaba Jehová. Aquí hemos respetado esta errónea vocalización para conservar la fuerza de los argumentos en relación con los adeptos de la secta de la Wachtower.] Como en otros casos del libro, un análisis en profundidad del tema requeriría una extensa monografía; pero vamos a intentar al menos mencionar alguno de los pasajes a título de ejemplo.
a) Cristo es Jehová vendido por treinta monedas de plata: “Entonces les dije: Si es bueno a sus ojos, den(me) mi salario; pero si no, absténganse. Y procedieron a pagar mi salario, treinta piezas de plata. Ante aquello, Jehová me dijo: Tíralo al tesoro… el valor majestuoso con el cual he sido evaluado” (Zac 11,12-13).
Sabido es que el Nuevo Testamento aplica este pasaje a Cristo como una profecía cumplida en él. ¿Se equivocaban los primeros cristianos al decir que Cristo era el Jehová de Zacarías evaluado en treinta monedas de plata, o yerran los testigos de hoy al negarlo?
b) Cristo es Jehová precedido por Juan el Bautista: “Escuchen. Alguien está clamando en el desierto: Despejen el camino de Jehová. Hagan recta la calzada para nuestro Dios a través de la llanura desértica” (Is 40,3) (VNM).
La profecía de Isaías era clara: una voz aparecería en el desierto para ser precursora de la venida de Jehová Dios. Los evangelistas vieron en el texto del profeta judío una profecía que se cumplió cuando Juan el Bautista precedió a Jesús. Si Juan fue la voz en el desierto, Jesús debía ser Jehová Dios. ¿Se equivocó Isaías al profetizar la venida de Jehová, cuando en realidad vino solamente un dios? ¿Se equivocaron los apóstoles al considerar que la profecía se había cumplido, cuando en realidad no era así, porque en vez de Jehová vino un dios, o se equivoca la Wachtower porque no se equivocó Isaías ni los primeros cristianos, y, efectivamente, quien vino fue Jehová Dios precedido por Juan el Bautista?
c) Cristo es Jehová traspasado: Zac 12,10 constituye uno de los pasajes más enigmáticos de todo el Antiguo Testamento. Yavé (o Jehová) se está dirigiendo al profeta y de pronto le anuncia algo que suena realmente extraño: le traspasarían y en tal situación le contemplarían los hijos de Israel; Jehová traspasado: “Y mirarán a mí, a quien traspasaron”.
Es sabido que los primeros cristianos vieron en este pasaje una referencia a Cristo alanceado en la cruz. Ahora bien, ¿se equivocaban al considerar que el Jehová traspasado era Cristo o lo hace la Wachtower al negarlo? Mucho nos tememos que si alguien se ha equivocado no fueron los apóstoles; y es que en la mente de ellos seguramente sonaba la profecía gloriosa de Is 35,4: “Dios mismo vendrá y os salvará”.
Lástima que verdad tan gloriosa haya sido sustituida en la teología de la Wachtower por el espectáculo de un arcángel que se hace hombre para salvar a la humanidad.
Salvador
Y es que de aceptar que Cristo no es Dios nos encontraríamos con el problema de que tenemos dos salvadores: Jehová y Cristo. Nada más lejano al pensamiento bíblico. Precisamente la Escritura nos dice: “Yo… yo soy Jehová, y fuera de mí no hay salvador” (Is 43,11).
Pues bien, los autores del Nuevo Testamento dicen que nuestro salvador es Cristo (2Tim 1,10). Para los que creemos que Cristo es Dios no hay contradicción; pero para la Wachtower es cuestión de explicar si Isaías se equivocó o si lo hicieron los primeros cristianos…, a menos que reconozcan que son ellos los errados.
El primero y el último
Otro título de Jehová que los autores del Nuevo Testamento no tuvieron ningún problema en aplicar a Jesús fue el de “el primero y el último”, que en el Antiguo se dirigía a Jehová (Is 44,6). Así se nos dice: “Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último, el principio y el fin. Felices son los que lavan sus ropas largas, para que sea suya la autoridad (de ir) a los árboles de la vida, y para que consigan entrada en la ciudad por sus puertas. Afuera están los perros y los que practican espiritismo y los fornicadores y los asesinos y los idólatras y todo aquel a quien le gusta la mentira y se ocupa de ella. Yo, Jesús, envié a mi ángel para darles a ustedes testimonio de estas cosas para las congregaciones” (Ap 22,13-16).
¿Mentía y se equivocaba (y además blasfemaba) el autor de Apocalipsis al atribuirle a Jesús un título de Jehová, puesto que Cristo es solo un dios, o es la teología de la Wachtower la equivocada al respecto?
El creador
Desde luego, si los primeros cristianos se equivocaban en su evaluación de quién fue Jesús, su error llegó a alcanzar cotas de delirio, porque lo identificaron con el único creador del universo; y eso cuando el Antiguo Testamento señala que Dios, sin ningún tipo de colaboración, creó todo. Veamos:
“Esto es lo que ha dicho Jehová, tu Recomprador y el Formador de ti desde el vientre: Yo, Jehová, estoy haciendo todo, extendiendo los cielos, yo solo, tendiendo la tierra. ¿Quién estuvo conmigo?” (Is 44,24) (VNM).
“Yo mismo he hecho la tierra y he creado aun al hombre sobre ella. Yo…, mis propias manos han extendido los cielos” (Is 45,12).
Los apóstoles eran judíos, conocían estos pasajes, sabían que Dios no había utilizado ayudantes, instrumentos o intermediarios en su obra de creación. Si Cristo no era Dios, ¿por qué afirmaron que había creado todo?
“En el principio existía aquel que es la Palabra, y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios. El estaba en el principio con Dios. Todo fue hecho por él, y sin él nada se hizo… Y aquel que es la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros” (Jn 1,1-3.14a) (EP).
“Porque por él mismo fueron creadas todas las cosas, las de los cielos y las de la tierra, lo invisible y lo visible, tanto los tronos como las dominaciones, los principados como las potestades; absolutamente todo fue creado por él y para él; y él mismo existe antes que todas las cosas y todas subsisten en él” (Col 1,16-17) (EP).
¿Disparataban Pablo y Juan al afirmar que Cristo era el único creador del universo, el Jehová creador, del que escribió Isaías, o más bien disparata la Wachtower al negarlo?
El “Yo Soy”
De hecho, esta conciencia que tenían los primeros cristianos de que Cristo era el Dios revelado en el Antiguo Testamento al pueblo de Israel no arrancó de su especulación personal, sino del recuerdo de las propias enseñanzas de Jesús. Quizá una de las afirmaciones más categóricas de éste al respecto fue la de apropiarse la denominación con la que Yavé se presentó ante Moisés cuando le encomendó su misión de liberar a Israel de la esclavitud de Egipto. Examinemos el texto directamente:
“Moisés dijo a Dios: Bien, yo me presentaré a los israelitas y les diré: El Dios de nuestros padres me ha enviado a vosotros. Pero si ellos me preguntan: ¿cuál es su nombre?, ¿qué les responderé? Dios dijo a Moisés: Yo soy el que soy. Así responderás a los israelitas: Yo soy me ha enviado a vosotros” (Éx 3,13-14)(EP).
El texto aparece claro en cuanto a la descripción del episodio. Moisés interroga a Yavé sobre el nombre con que debe presentarle a los hijos de Israel, y Dios le responde que ese nombre es “Yo soy”.
Pues bien, Jesús se aplicó ese mismo apelativo: “Ya os he dicho que moriréis en vuestros pecados, porque si no creéis que yo soy, moriréis en vuestros pecados” (Jn 8,24) (BJ) (Tanto la traducción de Ediciones Paulinas como la Nueva Biblia Española han vertido: “que yo soy el que soy” lo que recoge a la perfección el sentido del texto original desde mi punto de vista).La afirmación de Jesús era impresionante: si no creían que él era el mismo Dios que se apareció a Moisés anunciándole la liberación, morirían en sus pecados. No es de extrañar que aquella pretensión dividiera a sus oyentes de manera radical, unos creyeron (Jn 8,30), otros intentaron matarlo (Jn 8,59).
Naturalmente, los pasajes mantienen entre sí una relación tan evidente que la Wachtower sólo podía alterarlos en la VNM. Así el “Yo Soy” de Éx 3,14 es vertido: “Yo resultaré ser”, aunque el hebreo dice hyh, es decir, Yo soy. De la misma manera, en la VNM, Jn 8,24 es vertido como “yo soy ése”, aunque el griego dice ego eimi, es decir, “Yo Soy”.
¿Puede alguien dudar de que no nos encontramos ante la casualidad, sino ante una política seguida metódicamente para extirpar de la VNM todas las señales de que Cristo es Dios?
El Señor
Otro de los títulos ligados a Yavé en la tradición de Israel fue el de “el Señor”. Tan estrechamente estaba en la mente de los judíos que sólo había un Señor y que era Yavé, que en la traducción del Antiguo Testamento al griego conocida como la Biblia de los Setenta o Septuaginta Yavé es sustituido siempre por la palabra griega kýrios (Señor); y lo mismo sucedía en el servicio sinagogas en hebreo, donde en vez de Yavé se denominaba a Dios Adonai (Señor). Con este trasfondo es fácil adivinar cómo entenderían los judíos contemporáneos de Jesús la afirmación de que éste era el Señor.
Tan claro también ha quedado para la Wachtower el alcance de esta afirmación por parte de los autores del Nuevo Testamento, que ha cometido el impensable despropósito de sustituir la palabra original kýrios (Señor) por la de Jehová en docenas de textos. Que con esto se ha perseguido privar a Cristo de la gloria que merece su plena divinidad quedará de manifiesto con el texto de la VNM que, a título de ejemplo, reproduzco a continuación. Dice así: “El que observa el día, lo observa para Jehová (en el original, la palabra es kýrios = Señor). También, el que come, come para Jehová (en el original kýrios = Señor), pues da gracias a Dios; y el que no come, no come para Jehová (en el original kýrios = Señor), y sin embargo da gracias a Dios. Ninguno de nosotros, de hecho, vive con respecto a sí mismo únicamente, y ninguno muere con respecto a sí mismo únicamente; pues tanto si vivimos, vivimos para Jehová (en el original kýrios = Señor), como si morimos, morimos para Jehová (en el original kýrios = Señor). Por consiguiente, tanto si vivimos como si morimos, pertenecemos a Jehová (en el original kýrios = Señor). Porque con este fin murió Cristo y volvió a vivir otra vez para ser…. (aquí esperaríamos que dijera “Jehová”, cambiando la palabra kýrios del original, como ha hecho en los versículos anteriores; pero dice: … ) Señor tanto sobre los muertos como sobre los vivos” (Rom 14, 6-9) (VNM).
No es, pues cierto, como pretende la Wachtower, que al sustituir “Señor” por “Jehová” en el Nuevo Testamento realiza un intento de restaurar la pureza del texto original. No lo es porque ni un solo manuscrito del Nuevo Testamento contiene la palabra Jehová. No lo es porque no se ha hecho siempre y de manera consecuente (en el caso citado arriba diría, por ejemplo, que Cristo es Jehová, y una afirmación así conmovería hasta sus cimientos la teología de la Wachtower). No lo es, porque lo que se persigue realmente es ocultar el efecto impresionante que tiene en el Nuevo Testamento denominar a Jesús con el título de kýrios (Señor), el mismo que en su época se daba a Yavé. Por lo tanto, la Wachtower no ha buscado que entendieran los lectores de la VNM el mensaje del Nuevo Testamento de manera clara, sino ocultarles de forma consciente y metódica la maravillosa buena nueva de que el Dios de la historia se ha encarnado en Cristo para salvarnos.
El nombre salvador
¿Qué tiene, pues, de extraño que, contra lo que pretenden los adeptos de la Wachtower, los primeros cristianos fueran conocidos no como “jehovistas” o “Testigos de Jehová”, sino por el nombre del que ellos creían que era Dios encarnado: Cristo?
Tampoco resulta extraño el hecho de que consideraran que el nombre salvador era el de Cristo (y, no obstante, no mencionaran nunca el de Jehová, como pretende la Wachtower). El mismo Pedro, el primero de los apóstoles, lo dejó bien claro cuando se vio conducido ante las autoridades religiosas de Israel: “Jesucristo el Nazareno… Ésta es la piedra que fue tratada por ustedes los edificadores como de ningún valor, que ha llegado a ser cabeza de ángulo. Además, no hay salvación en ningún otro, porque no hay otro nombre debajo del cielo que se haya dado entre los hombres mediante el cual tengamos que ser salvos” (He 4,10-12) (VNM).
Quizá Pedro se equivocaba, quizá no era cierto que el nombre de Jesús es el único por medio del cual podemos salvarnos, quizá no es cierto que no hay salvación en otro salvo en Cristo, quizá … ; pero para el autor de estas líneas la autoridad doctrinal de Pedro es incomparablemente superior a la de los dirigentes de la Wachtower.
Podríamos continuar todavía con otros títulos y atributos de Jehová que los primeros cristianos aplicaron a Cristo, pero creo que con lo ya expuesto queda suficientemente probada la tesis que deseábamos demostrar.
2.2. En la Biblia Cristo es adorado no como un dios, sino como Dios
Por todo lo que hemos visto en el apartado b), no es de extrañar que la reverencia, adoración y gloria que los primeros cristianos dirigían a Jesús fueran las de] mismo Dios, y no las de un dios. Veámoslo.
Es adorado
En el pensamiento del Antiguo Testamento la idea de adorar a un ser que no fuera Dios resultaba sencillamente abominable. El mandato divino establecía que sólo se podía adorar a Yavé (Dt 6,13; 10,20), y así se lo repitió Jesús al diablo cuando éste le pidió que le adorara (Lc 4,8). La palabra utilizada en este texto para indicar adoración es el verbo griego proskyneo. Como era de esperar, la Wachtower ha traducido proskyneo por adorar cuando se refiere al Padre, v.gr.: Lc 4,8; pero cuando iba referido a Cristo lo ha vertido “rendir homenaje” para ocultar el hecho de que éste fue adorado por los primeros cristianos. Así, Mt 28,17 dice: “Y viéndole le adoraron (proskýnesan)”.
Y Lc 24,52 señala: “Y ellos, adorándole (proskynésantes), volvieron a Jerusalén”.
Otros ejemplos de ese empleo del término “adorar” (proskyneo) en relación a Jesús los tenemos, por ejemplo, en Mt 2,2.8 y 11, o Jn 9,38. En todos los casos, la Wachtower ha vertido por “rendir homenaje”, ocultando la adoración de Jesús.
Hemos tenido ocasión de ver antes cómo las propias artimañas de la Wachtower no siempre son perfectas y que se les había pasado por alto un par de textos (Jn 20,28 y 1Jn 5,20), en que se dice que Cristo es Dios. Lo mismo sucedió en el pasado con una cita en la que se habla de adorar a Jesús. Me estoy refiriendo a Heb 1,6. La VNM traducía así: “Pero cuando introduce de nuevo a su primogénito en la tierra habitada, dice: Y que todos los ángeles de Dios le adoren”.
Tan claramente dejaba de manifiesto el texto que los mismos ángeles adoraban a Jesús, que en la edición de la VNM de 1987 el texto se cambió. Ahora dice: “le rindan homenaje”.
Conductas como éstas dejan bien de manifiesto que no hay error de buena fe o simple ignorancia en la actuación de los dirigentes de la Wachtower. Existe un propósito firme y premeditado de negar la plena divinidad de Cristo, aunque para ello se tenga que recurrir a la mentira, al fraude de traducción o al Nuevo Testamento de un espiritista. Una conducta así, desprovista de toda ética, no puede pretender sinceramente que procede de gente sincera y cristiana que ama la Biblia y que se somete a las enseñanzas de la misma.
Es honrado como el Padre
No se puede aducir (como han pretendido algunos autores) que la honra y adoración que se prodigaba a Jesús era algo que arrancaba de mentes calenturientas que no le habían comprendido bien. El evangelista Juan señala que tal conducta partía de las mismas palabras de Jesús. Leemos en Jn 5,23: “Porque el Padre no juzga a nadie, sino que ha encargado todo el juicio al Hijo, para que todos honren al Hijo así como honran al Padre. El que no honra al Hijo no honra al Padre” (VNM).
La expresión griega que la VNM traduce por “así como” es kazós, que equivale a “de la misma manera”, “exactamente igual”. Pero ¿cómo sería posible esto si Cristo es sólo un dios, y el Padre es Dios? ¿Acaso no será porque precisamente no es así, porque precisamente el Padre y el Hijo son Dios? Creemos que eso es lo que se desprende no sólo del texto, sino del contexto del Nuevo Testamento.
Ante él se dobla la rodilla
Por ello no debería extrañarnos que se doble la rodilla en el Nuevo Testamento no sólo ante el Padre (Ef 3,14) sino también ante el Hijo: “… para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los (que están) en el cielo y de los (que están) sobre la tierra y de los (que están) debajo del suelo” (Flp 2,9) (VNM).
Recibe gloria
En el fondo de toda esta visión de profunda adoración de Cristo que caracteriza al cristianismo neotestamentario lo que subyace, pues, es la consciencia de que Cristo es el mismo Yavé, y por ello es digno de recibir la gloria que sólo se puede tributar a aquél. Que esta gloria no podía tributarse a nadie más se desprendía con claridad del Antiguo Testamento: “Yo soy Jehová. Ése es mi nombre, y a ningún otro daré yo mi propia gloria, ni mi alabanza a imágenes esculpidas” (Is 42,8) (VNM) “… a ningún otro daré mi propia gloria” (Is 48,11) (VNM).
Lo cierto, sin embargo, es que Juan afirma que la gloria de Jesús es la misma que la de Jehová. Veámoslo: “… Jesús habló estas cosas y se fue y se escondió de ellos. Pero aunque había ejecutado tantas señales delante de ellos, no ponían fe en él, de modo que se cumplió la palabra de Isaías el profeta, que él dijo: Jehová, ¿quién ha puesto fe en la cosa oída por nosotros? Y en cuanto al brazo de Jehová, ¿a quién ha sido revelado? La razón por la cual no podían creer es que otra vez dijo Isaías: Él les ha cegado los ojos y ha hecho duro su corazón, para que no vean con los ojos y se vuelvan y yo los sane. Isaías dijo estas cosas porque vio su gloria y habló de él. Con todo, hasta de los gobernantes muchos realmente pusieron fe en él, pero a causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser expulsados de la sinagoga” (Jn 12,36b-42) (VNM).
El evangelio de Juan intenta en este pasaje explicar por qué muchos de los judíos no llegaron a creer en Jesús. Su tesis es que tal hecho ya estaba profetizado por Isaías, que, cuando vio la gloria de Jesús, anunció que los corazones de los judíos se cegarían y su corazón se endurecería. Ahora bien, el pasaje a que hace referencia Juan es el de Is 6,1-10, en el que Isaías vio… al propio Jehová. Caben dos posibilidades: o bien Juan se equivocaba al decir que la gloria de Cristo era la de Jehová y además cometía un error blasfemo porque le atribuía algo que no le correspondía (en cuyo caso la Wachtower tendría razón), o bien Juan era consciente de lo que estaba escribiendo, ya que identificaba a Cristo con Jehová y no veía dificultad en atribuirle la misma gloria. En tal caso, empero, la Wachtower estaría equivocada. El autor de estas líneas cree, en su modesto entender, que Juan el evangelista es mucho más digno de confianza que la Wachtower.
En buena medida, la experiencia de Juan fue como la de Tomás. Él había visto morir a Jesús de cerca, muy de cerca, porque fue el único de los doce que no se ocultó y que permaneció al pie de la cruz con María y otras mujeres. Pero también asistió luego a su resurrección, y pudo comprobar que las afirmaciones de Jesús en el sentido de que él mismo se resucitaría se cumplían fielmente: “… Jesús les dijo: Derriben este templo y en tres días lo levantaré… pero él hablaba del templo de su cuerpo. Sin embargo, cuando fue levantado de entre los muertos, sus discípulos recordaron que él solía decir esto; y creyeron la Escritura y el dicho que Jesús dijo” (Jn 2,1922) (VNM).
¿Quién podría morir como hombre para luego levantar ese propio cuerpo de entre los muertos? ¿Acaso un dios creado, un arcángel, un mini-dios, o sólo el propio Dios creador de la vida?
Citemos, finalmente, un pasaje más en el que la Wachtower ha pretendido privar a Cristo de su gloria. Se trata de 2Cor 4,4: “En los cuales el dios del mundo este cegó las mentes de los incrédulos para que no brille la luz del evangelio de la gloria del Cristo, que es imagen de Dios”.
El pasaje reviste una especial importancia por varios aspectos. En primer lugar hay que señalar que Pablo indica un plan diabólico, que consiste en que Satanás, al que el mundo en realidad ha convertido en su dios, ha cegado la mente de los incrédulos para que no vean la luz que proporciona el evangelio. Este evangelio trata acerca de la gloria de Cristo. Pues bien, la traducción del NM quita la gloria a Cristo para dársela a las buenas nuevas: “Entre quienes el dios de este sistema de cosas ha cegado las mentes de los incrédulos, para que no pase (a ellos) la iluminación de las gloriosas buenas nuevas acerca del Cristo” (VNM).
Decididamente, la Wachtower no sabe cómo alterar el texto sagrado para privar a Cristo de su divinidad y gloria, tarea que Pablo en este pasaje atribuye al mismo Satanás.
En segundo lugar, este pasaje reviste relevancia porque es utilizado por la Wachtower para probar que Cristo es un dios…, al igual que lo es también el diablo. Ahora bien, este texto no pretende que el diablo sea un dios, sino que este mundo lo ha convertido, consciente o inconscientemente, en tal. De la misma manera, Pablo dice en Flp 3,19 que muchos tienen a su vientre como Dios; pero eso no indica que el vientre sea un dios, sino que algunos lo han convertido en tal con su conducta. Por lo tanto, intentar utilizar este pasaje como base sobre la que apoyar la existencia de muchos dioses es una imposibilidad exegética.
Por último, el pasaje hace referencia a Cristo como imagen de Dios, algo que la Wachtower, siempre ansiosa de llevar el agua de la Biblia al molino de sus prejuicios, interpreta en el sentido de que Cristo es una imagen, pero no el mismo Dios. Lo cierto, sin embargo, es que en el griego koiné, en que se escribió este pasaje, el término eikon indica no representación plástica, sino “manifestación autorizada”. Es decir, lo que el apóstol pretende enseñarnos es que Cristo es la única manifestación autorizada y legítima de Dios que conocemos. Precisamente eso mismo creemos los que confesamos el dogma de la Trinidad: que Cristo no es un dios, sino la manifestación real de Dios.
3. El mesías-Dios en el judaísmo
El cristianismo significó un choque emocional y espiritual de magnitudes incalculables para el pueblo de Israel. Jesús, su familia, sus primeros discípulos, fueron judíos. Él pretendía ser mesías, pero de una manera que cuestionaba hasta su misma raíz la existencia del status religioso judío, porque Jesús también decía que “Dios era su padre, haciéndose así igual a Dios” (Jn 5,18).Apenas muerto Jesús, los conflictos entre cristianismo y judaísmo comenzaron a recrudecerse de nuevo. Unas décadas después, los judíos que eran cristianos eran expulsados, de forma generalizada esta vez, de las sinagogas, y la propia teología judía experimentó una profunda revisión precisamente para privar de argumentos al cristianismo. De esta manera, el judaísmo arrojó por la borda multitud de corrientes e interpretaciones que había en su seno (la de que el mesías sufriría, la de que el mesías sería Dios, etc.), y el cristianismo, como reacción, empezó a delimitar su oposición al judaísmo. [He delimitado este conflicto en mi artículo, escrito en colaboración con Pilar Fernández Uricel, titulado “Anavim, apocalípticos y helenistas”, en homenaje a José María Blázquez, Madrid 1990. Un estudio más a fondo del tema en J. Jocz, The jewish people and Jesus Christ, Grand Rapids, 1979, donde queda de manifiesto cómo el judaísmo -tal como se forjó en la época de la redacción del Talmud- fue principalmente un intento de los judíos de oponerse sólidamente al cristianismo.] No obstante lo anterior, se han conservado algunos vestigios que indican cómo la idea de que el mesías sería Dios era algo corriente en la época en que surgió el cristianismo, y que, además, aunque apagadamente, tal idea se conservó en algunos círculos poscristianos. Veamos algún ejemplo: “Dios le llamó (al mesías) con seis nombres que él dice en relación consigo mismo: Porque un niño nos ha nacido, se nos ha dado un hijo; y el gobierno estará sobre su hombro; y su nombre será maravilloso, consejero, Dios, fuerte, padre eterno, príncipe de paz (se está citando aquí Is 9,5-6). De manera que lo llamó Dios de una manera distintiva” (Iggereth Teman; rabí Moisés ben Maimón escribiendo a Jacob Alfajumi).
“¿Cuál es el nombre del rey mesías? A esto respondió el rabí Abba bar Kahana: Yahveh es su nombre” (Midrash Echa 1,51)“Dios llamó también al rey mesías con su propio nombre (el de Dios)” (Midrash Thillim 21,2).
No deja de ser paradójico que estos textos rabínicos, escritos por personas que negaban que Jesús fuera el mesías, contuvieran una concepción más correcta en relación con el mesías que la que propaga la Wachtower, que se pretende cristiana.
4. El mesías-Dios entre los cristianos primitivos
No hace falta decir que también el cristianismo primitivo tuvo la absoluta certeza de que Cristo era Dios; y no sólo no se abstuvo en proclamarlo, sino que insistió en ello. Resulta imposible mencionar todas las citas del primer siglo e inicios del segundo, no bíblicas al respecto, pero vamos a dejar constancia de algunos ejemplos:
a) Ignacio de Antioquía (muerto entre el 98 y el 117): “Un médico hay, en la carne hecho Dios, hijo de María e hijo de Dios, Jesucristo nuestro Señor” (Ef 7,2).
b) Segunda epístola de Clemente (entre 100 y 150 d.C): “Debemos sentir de Jesucristo, que es Dios, que es juez de vivos y muertos” (1,1)
c) Justino mártir (s. II): “Cristo preexiste como Dios antes de los siglos” (Diálogo con el judío Trifón 48,l) (en realidad los capítulos 48 a 108 están dedicados a mostrar con el Antiguo Testamento que el mesías es Dios y debe ser adorado).
d) Atenágoras de Atenas (segunda mitad del s. II): “Admitimos a un solo Dios… Dios Padre y Dios Hijo y Dios Espíritu Santo que muestran su potencia en la unidad y su distinción en el orden” (Súplica en favor de los cristianos, 10).
5. Conclusión
Como tendrá ocasión de comprobar el lector que se adentre en el resto del libro, este capítulo es con mucho el más extenso del mismo, y es que hay razones para ello. La confesión de que Cristo es Dios constituye la piedra fundamental sobre la que se asienta el cristianismo. A diferencia de otras religiones, como el Islam o el budismo, el cristianismo pretende que su fundador fue el mismo Dios. El ataque a esta clave de la fe ha sid( una constante en la historia de la Iglesia. Lo hicieron los ebionitas en el s. I, los gnósticos en los ss. II y III, los arrianos en el IV, y desde entonces, los cátaros, los socinianos, los unitarios, los primeros adventistas, los Testigos de Jehová, los Niños de Dios, los mooníes y un largo etcétera.
Pese a todo, la fe de la Iglesia se ha mantenido inquebrantable. El Dios que creó el mundo, que inspiró las Escrituras, que liberó al pueblo de Israel del yugo de Egipto y que guió a los profetas, se encarnó en una humilde virgen judía para morir en una cruz y con su sangre preciosa redimirnos. A esa cruz de la que colgó nuestro Dios encarnado en un carpintero Galileo miramos conmovidos por su amor, que no retrocedió ante nada para obtener nuestra salvación. Han pasado casi dos milenios desde entonces y no deja de seguir siendo un gran misterio que el Señor de la gloria, al que adoraron los ángeles y los apóstoles, se humillara como un esclavo para padecer en favor nuestro. Quizá es que el amor siempre tiene algo de misterioso e inexplicable; y el de Dios no es una excepción a ese principio, sino una confirmación. Cristo, según nos enseñan las Escrituras, no fue un dios o el arcángel Miguel enviado por Jehová a la tierra a cargar con el peso de la obra de la redención; tampoco fue el mesías fracasado, cuyos errores tiene que corregir el reverendo Sun Myung Moon. No; en aquel cuerpo lacerado latía Dios y latía su amor por nosotros. A nosotros sólo nos queda adorarlo humildemente y rendirle la gloria de que las sectas intentan desposeerlo.