lunes, 5 de enero de 2009

¿Sanidad divina hoy...? 2

Extractado del libro Charismatic Chaos de John F. MacArthur Jr.


Ciertamente Dios sana. Sana en respuesta a la oración y a fin de revelar su gloria. Pero hay una vasta diferencia entre las sanidades hechas en el día de Jesús y sus discípulos y las "sanidades" que se ofrecen hoy en la televisión, la radio, por medio de trucos publicitarios de correo y desde diversos púlpitos. Si examinamos la Escritura advertiremos la diferencia.

Para hacer una comparación entre el don de sanidad que se asegura poseer hoy y lo que enseña la Biblia, simplemente tenemos que retroceder y examinar el ministerio de Jesús. Nuestro Señor realizó gran cantidad de sanidades y estableció el patrón para los dones apostólicos. En los días de Jesús, el mundo estaba colmado de enfermedad. La ciencia médica era primitiva y limitada. Habían más enfermedades incurables que las que tenemos ahora. Las epidemias acababan con ciudades enteras.

Jesús curó enfermedades para demostrar su deidad. Pero... ¿Cómo lo hacía? La Escritura revela seis características notables del ministerio de sanidad de Jesús:

1. El Señor sanaba con una palabra o por contacto

El capítulo 8 de Mateo relata que cuando Jesús estaba entrando a Capernaum, un centurión se le acercó y le pidió que ayudara a su criado: "Entrando Jesús en Capernaum, vino a él un centurión, rogándole, y diciendo: Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico, gravemente atormentado. Y Jesús le dijo: Yo iré y le sanaré" (Mt. 8:5-7). Jesús le dijo al centurión que sanaría a su siervo, pero el centurión protestó, señalando que sólo tendría que ordenarlo y su siervo sanaría. El Señor se asombró de la fe del centurión, particularmente porque era un soldado romano y no de la casa de Israel: "Entonces Jesús dijo al centurión: Ve, y como creíste, te sea hecho. Y su criado fue sanado en aquella misma hora" (Mt. 8:13).

En el capítulo 6 de Juan está registrado que cuando Jesús alimentó a los 5.000, había pasado la mayor parte del tiempo sanando a personas entre la multitud que estaban enfermas: "Después de esto, Jesús fue al otro lado del mar de Galilea, el de Tiberias. Y le seguía gran multitud, porque veían las señales que hacía en los enfermos" (Jn. 6:1,2). La Escritura no dice cuántos fueron sanados, bien pudieron haber sido miles, pero cualesquiera hubiera sido el número, Jesús los curó con una palabra. No hubo nada de teatral, ni tampoco un lugar especial.

El Señor también sanaba simplemente con el contacto. Por ejemplo, en Marcos 5:25-34 encontramos la historia de una mujer que fue sanada de inmediato: "Pero una mujer que desde hacía doce años padecía de flujo de sangre, y había sufrido mucho de muchos médicos, y gastado todo lo que tenía, y nada había aprovechado, antes le iba peor, cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás entre la multitud, y tocó su manto. Porque decía: Si tocare tan solamente su manto, seré salva. Y en seguida la fuente de su sangre se secó; y sintió en el cuerpo que estaba sana de aquel azote. Luego Jesús, conociendo en sí mismo el poder que había salido de él, volviéndose a la multitud, dijo: ¿Quién ha tocado mis vestidos? Sus discípulos le dijeron: Ves que la multitud te aprieta, y dices: ¿Quién me ha tocado? Pero él miraba alrededor para ver quién había hecho esto. Entonces la mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que en ella había sido hecho, vino y se postró delante de él, y le dijo toda la verdad. Y él le dijo: Hija, tu fe te ha hecho salva; ve en paz, y queda sana de tu azote".

2. El Señor Sanaba de inmediato

Tal como en el caso que acabo de citar. También el criado del centurión "fue sanado en aquella misma hora". El Señor también sanó a diez leprosos en el camino: "Cuando él los vio, les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados" (Lc. 17:14). En otra ocasión: "Entonces, extendiendo él la mano, le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante la lepra se fue de él" (Lc. 5:13). Tal fue el caso del paralítico en el estanque de Betesda, quien "...al instante... fue sanado, y tomó su lecho, y anduvo..." (Jn. 5:9). Incluso, el hombre que había nacido ciego, fue sanado de inmediato. Aunque para su propio propósito, el Señor Jesucristo llevó a cabo este milagro en dos etapas: "Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego? Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él. Me es necesario hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar. Entre tanto que estoy en el mundo, luz soy del mundo. Dicho esto, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo los ojos del ciego, y le dijo: Ve a lavarte en el estanque de Siloé (que traducido es, Enviado). Fue entonces, y se lavó, y regresó viendo" (Jn. 9:1-7).

Las personas dicen a menudo: «El Señor me sanó, y ahora me estoy mejorando». Jesús nunca realizó ninguna sanidad progresiva, si lo hubiera hecho, no habría habido elementos milagrosos suficientes para demostrar su deidad. Sus críticos bien habrían podido decir que la sanidad era sólo un proceso natural.

3. El Señor sanaba por completo

En el capítulo 4 de Lucas, Jesús abandonó la sinagoga y partió para la casa de Simón. La suegra de Pedro se encontraba allí con una gran fiebre. Posiblemente se estaba muriendo, pero entonces Jesús "...inclinándose hacia ella, reprendió a la fiebre; y la fiebre la dejó, y levantándose ella al instante, les servía" (Lc. 4:39). La suegra de Pedro fue curada de inmediato, no necesitó de período de recuperación. El Señor no le aconsejó que tomara miel en agua tibia y que se aliviaría en unas semanas. Ella fue sanada de inmediato. Su curación fue instantánea y total. Esas eran las únicas sanidades que realizaba el Señor.

4. Jesús los sanaba a todos

A diferencia de los sanadores de hoy, el Señor Jesucristo no dejaba a multitudes de personas desilusionadas teniendo que regresar a sus hogares en sus sillas de rueda. No tenía servicios de sanidad o programas que concluían a una hora determinada, debido a que tenía que partir en el próximo avión o porque simplemente concluía la hora de programación por televisión. Lucas 4:40 dice: "Al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos de diversas enfermedades los traían a él; y él, poniendo las manos sobre cada uno de ellos, los sanaba". También leemos en Lucas 9:11: "Y cuando la gente lo supo, le siguió; y él les recibió, y les hablaba del reino de Dios, y sanaba a los que necesitaban ser curados".

5. Jesús curaba enfermedades orgánicas

El Señor no recorrió Palestina aliviando a las personas de dolores en la espalda, palpitaciones del corazón, dolores de cabeza y otras dolencias invisibles. Curó de las enfermedades orgánicas más obvias: paralíticos, personas con la mano seca, ciegos, tullidos, leprosos; curaciones que fueron innegablemente milagrosas.

6. El Señor Jesucristo resucitó a los muertos

"Aconteció después, que él iba a la ciudad que se llama Naín, e iban con él muchos de sus discípulos, y una gran multitud. Cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar a un difunto, hijo único de su madre, la cual era viuda; y había con ella mucha gente de la ciudad. Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: No llores. Y acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban se detuvieron. Y dijo: Joven, a ti te digo, levántate. Entonces se incorporó el que había muerto, y comenzó a hablar. Y lo dio a su madre. Y todos tuvieron miedo, y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros; y: Dios ha visitado a su pueblo" (Lc. 7:11-16).

También resucitó a la hija de un principal de la sinagoga: "Mientras él aún hablaba, vinieron de casa del principal de la sinagoga, diciendo: Tu hija ha muerto; ¿para qué molestas más al Maestro? Pero Jesús, luego que oyó lo que se decía, dijo al principal de la sinagoga: No temas, cree solamente. Y no permitió que le siguiese nadie sino Pedro, Jacobo, y Juan hermano de Jacobo. Y vino a casa del principal de la sinagoga, y vio el alboroto y a los que lloraban y lamentaban mucho. Y entrando, les dijo: ¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no está muerta, sino duerme. Y se burlaban de él. Mas él, echando fuera a todos, tomó al padre y a la madre de la niña, y a los que estaban con él, y entró donde estaba la niña. Y tomando la mano de la niña, le dijo: Talita cumi; que traducido es: Niña, a ti te digo, levántate. Y luego la niña se levantó y andaba, pues tenía doce años. Y se espantaron grandemente. Pero él les mandó mucho que nadie lo supiese, y dijo que se le diese de comer" (Mc. 5:35-43).

Pero el caso más increíble fue la resurrección de Lázaro, sobre lo cual leemos en la Escritura: "Vino, pues, Jesús, y halló que hacía ya cuatro días que Lázaro estaba en el sepulcro... Jesús, profundamente conmovido otra vez, vino al sepulcro. Era una cueva, y tenía una piedra puesta encima. Dijo Jesús: Quitad la piedra. Marta, la hermana del que había muerto, le dijo: Señor, hiede ya, porque es de cuatro días. Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios? Entonces quitaron la piedra de donde había sido puesto el muerto. Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy por haberme oído. Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado. Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: ¡Lázaro, ven fuera! Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Desatadle, y dejadle ir" (Jn. 11:17, 38-44).

Las personas que hoy dicen poseer el don de sanidad, no pasan mucho tiempo en las funerarias, en los entierros o en los cementerios. La razón es obvia. Algunos carismáticos como ya hemos notado, aseguran que las personas hoy regresan de la muerte. Sin embargo, esos casos no se parecen para nada a los ejemplos bíblicos. Una cosa es revivir a alguien cuyos signos vitales se detuvieron en una mesa de cirugía y otra bien diferente es salir de una tumba después de haber estado sepultado cuatro días, o levantarse de un ataúd. ¡Esas si son resurrecciones! Los carismáticos que hacen tales reclamos sólo se basan en rumores, pero no presentan evidencias. Son culpables de convertir en una trivialidad los milagros y las obras de Jesús. ¿No le parece interesante que los supuestos milagros que se llevan a cabo ante las cámaras de televisión no exhiben ninguna evidencia visible?

Note, por ejemplo, que el Señor realizó virtualmente todos sus milagros y resurrecciones en público, a menudo en frente de grandes multitudes. Su don de sanidad era para autenticar su deidad. Lo usó para confirmar sus reclamos de que era el Hijo de Dios, exhibiendo además su compasión divina. Expulsar demonios y curar enfermedades fue la forma cómo el Señor Jesucristo demostró que era Dios encarnado. El evangelio de Juan presenta claramente esa verdad. Juan dijo que todas las señales y milagros llevados a cabo por el Señor validaban su deidad: "Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre" (Jn. 20:30, 31).

¿Cómo sanaban los apóstoles?

Como ya hemos visto, Jesús estableció el precedente para el don de sanidad, no obstante, alguien podría argumentar que los sanadores hoy operan en un nivel diferente de poder, ya que después de todo no son Dios.

Pero... ¿Cómo usaron los apóstoles y los otros, los dones de sanidad que les otorgó el Señor Jesucristo? Cristo les otorgó este don a los doce apóstoles: "Habiendo reunido a sus doce discípulos, les dio poder y autoridad sobre todos los demonios, y para sanar enfermedades. Y los envió a predicar el reino de Dios, y a sanar a los enfermos" (Lc. 9:1, 2). Más tarde, le extendió el don a otros 70 que habían sido enviados de dos en dos para predicar el evangelio y sanar a los enfermos: "Después de estas cosas, designó el Señor también a otros setenta, a quienes envió de dos en dos delante de él a toda ciudad y lugar adonde él había de ir... (Y les dijo) sanad a los enfermos que en ella haya, y decidles: Se ha acercado a vosotros el reino de Dios" (Lc. 10:1, 9).

Pero... ¿Alguien más en el Nuevo Testamento tenía la habilidad para sanar? Sí, hubo también unos tres amigos de los apóstoles que también recibieron este don, como por ejemplo Bernabé, Felipe y Esteban:

"Entonces toda la multitud calló, y oyeron a Bernabé y a Pablo, que contaban cuán grandes señales y maravillas había hecho Dios por medio de ellos entre los gentiles" (Hch. 15:12).

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