sábado, 30 de agosto de 2008

La cruz: explorando todos los ángulos.

Gracia y paz amados hermanos.Este nuevo estudio es de la autoria de Don Williams y esta buenismo,espero les ayude en su crecimiento en la gracia de Dios.


La cruz: explorando todos los ángulos.
Para el mundo antiguo la crucifixión era la pena mayor. Porque incluía tortura y castigo máximo. Llevar la cruz hasta el lugar de la ejecución, y luego estar colgado, desnudo, quebrado y sangrando.
Eso ya era humillante en sí mismo. Pero luego morir asfixiado por no poder soportar el peso del cuerpo en las manos o las muñecas clavadas, era un horror que solo la muerte aliviaba. No es de extrañar que los romanos llamaran a la cruz “el madero fatal”, “el palo infame”, “la pena máxima”. No se crucificaba a los ciudadanos, por lo general. Era el “castigo del esclavo”, reservado para los criminales o los extranjeros. El terror legal contribuyó a la obsesión de Roma por controlar su vasto imperio. Ahora entendemos por qué Pablo dice que la “palabra de la cruz”, es tontería para los griegos y escándalo para los judíos (1 Corintios 1.23). Cuando afirma no avergonzarse del evangelio (Romanos 1.16), tiene derecho a sentir vergüenza. Porque la palabra de la cruz, Jesucristo y Jesucristo crucificado, es ofensiva por al menos cuatro razones. Primero, es culturalmente ofensiva. Nadie habla de la cruz en compañía de gente educada. Que un Dios eterno e inmutable pudiera ser crucificado es una locura. Segundo, es históricamente ofensiva. Los cristianos afirman que un judío campesino y errante, legal y brutalmente ejecutado según la ley romana, es el Señor del universo, el Salvador del mundo. Solo Él merece los títulos otorgados al emperador. Tercero, es filosóficamente ofensiva. Esta es la “ofensa del particular”. En lugar de que la cruz sea una ilustración del amor divino, es la base del amor divino. Esta cruz en particular establece la misericordia y el perdón universal de Dios, para todos y por todos. Cuarto, es moralmente ofensiva. Para decirlo simplemente: uno no puede salvarse a sí mismo. La salvación solo es posible por la fe en el Jesús crucificado, donde obtenemos perdón por todos nuestros pecados. El Mesías quebrantado es Dios encarnado, y el Señor resucitado, que reina sobre todo. Con estas ofensas, ¿por qué se gloriaban en la cruz los primeros cristianos? ¿No debían haberla ocultado, hasta “ganar el derecho a ser escuchados”? ¿Por qué blandían este instrumento sangriento ante un mundo boquiabierto de asombro? La cruz es el centro del Nuevo TestamentoEl corazón del Nuevo Testamento no es la ética de Jesús ni el ejemplo de Jesús, ni la sabiduría de Jesús ni el servicio paciente de Jesús. El corazón del Nuevo Testamento es la cruz, vista a través de la lente del Señor resucitado y glorificado. Martin Kahler llama a los cuatro evangelios “La narrativa apasionada con introducción”. Cada uno relata la semana final de Jesús en Jerusalén: el complot contra su vida, la última cena con los discípulos, en donde establece la nueva alianza en su cuerpo y su sangre, su arresto, su juicio, su ejecución – en detalle – y su resurrección de entre los muertos. Toda predicación en el libro de los Hechos nos lleva a la cruz y la resurrección y reino de Jesús. Pablo les dijo a los Corintios lo que decidió: “Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado” (1 Corintios 2.2). Hebreos presenta a Jesús como nuestro Sumo Sacerdote, que ha ido no al templo de Jerusalén, sino al cielo mismo, llevando no la sangre de un amical, sino la suya, como sacrificio por nuestros pecados. Pedro llamó a los esclavos a seguir el ejemplo de Jesús; se basó en la muerte del Sirviente en Isaías 53 (1 Pedro 2.21-25). Juan escribió: “En esto consiste el amor, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados” (1 Juan 4.10). El libro del Apocalipsis nos muestra al Cordero sacrificado como Señor del universo. Su sangre nos compró, nos redimió para Dios (Apocalipsis 5.9). Palabras de salvación En The Apostolic Preaching of the Cross (Predicación apostólica de la cruz), Leon Morris va tras la historia clásica y judía del Antiguo Testamento, como fundamento de las palabras de salvación del Nuevo Testamento. Aquí enumero sus conclusiones: Redención: Liberación de la esclavitud con el pago de un precio sustituto. “En lugar de nuestra muerte, la de Él. En lugar de nuestra esclavitud, su sangre…”Pacto: El acuerdo unilateral de Dios de vincularse con nosotros por medio de la muerte de su Hijo. “La nueva alianza es esencialmente un pacto basado en el perdón divino del pecado – por medio de la sangre de Jesús –“. La sangre: La vida derramada o entregada en muerte. “La sangre que nos propicia es la que fluye cuando se inflinge al criminal – o en quien lo sustituye – la pena de muerte”: Propiciación: “Donde hay pecado, hay ira”. No podemos eliminar la ira divina. Dios la aplaca, lo hace al tomar su propia ira sobre sí mismo, en la muerte de su Hijo. Reconciliación: “Es la exigencia de santidad de Dios la que causa enemistad, en contra del pecado humano”. Dios toma esta enemistad – su ira – contra sí mismo, en su Hijo. La guerra ha acabado; ha llegado la paz. Justificación: Cristo, el justo, muere por los injustos, lleva su castigo en su muerte, para que podamos ser justificados ante Dios por la fe en Él. En la muerte de Cristo Dios nos prueba que es justo – se paga el precio del pecado – y que es quien justifica a quienes tienen fe en Jesús (Romanos 3.26). “Aún el acto del perdón que podría verse como un acto de misericordia, también fue un acto según la justicia. El acto en sí mismo, mediante el cual Él libera a los hombres, muestra que actúa con justicia”. “La rectitud (…) es un estado conferido por Dios a los hombres, sobre la base de la obra redentora de Cristo”. Por medio de la fe estaremos ante Él como “no culpables” en el día del Juicio. La historia de la salvaciónTom Wright enseña que el Éxodo es la “narrativa predominante en la Biblia”. En la liberación de Israel suceden dos cosas. Primero, el pueblo de Dios es liberado de la esclavitud del Faraón y los dioses de Egipto. Segundo, son librados de la ira de Dios. Cuando llegó la plaga final, la muerte del primogénito azotó Egipto e Israel está sujeto a la misma plaga. Pero Dios proveyó un sustituto: cada familia debía sacrificar un cordero y marcar la puerta con su sangre. Cuando llegó el ángel de la muerte y vio la sangre, pasó de largo. La salvación, entonces, es la liberación de la esclavitud y de la ira de Dios. Cuando avanzamos al Nuevo Testamento, vemos que Jesús vino para traer el Éxodo final. Nos libera, no de la esclavitud de Egipto ni de Roma – ni de otro poder político – sino de la esclavitud de Satanás y de su reino de tinieblas. Proclama el reino de Dios, y atraviesa Israel echando demonios y sanando a los enfermos. Luego, como dice Pablo, Jesús desarmó a los poderes demoníacos en la cruz (Colosenses 2.14-15). Cuando quitó el peso de la ley de nuestros hombros, también quitó el poder de Satanás para acusarnos y mantenernos esclavos. Jesús también viene para librarnos de la ira de Dios por nuestros pecados. Es nuestro cordero pascual (1 Corintios 5.7). Su sangre nos protege. En la cruz, clama: “Mi Dios, ¿por qué me has abandonado? (Marcos 15.34)Helmut Thielicke dice: “En la cruz hay dolor en el corazón de Dios”. El abandonado también perdona, ruega por nosotros: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23.34). Su muerte termina en triunfo. No en “estoy acabado”, sino ha sido realizada. La justicia divina, satisfecha. Dios ahora perdona a los pecadores, sin costo, por medio de su Hijo. Exploremos todos los ángulos.A lo largo de su historia los cristianos han pensado en la cruz desde varios puntos de vista. Estas perspectivas a menudo se conocen como “teoría del perdón”. Pero es mejor llamarlas “ángulos del perdón”, porque jamás entenderemos por completo lo que Cristo hizo por nosotros en la cruz. Cada uno de los ángulos tiene algo de verdad. Aquí enumero tres: Primero: El ángulo cósmico. En la cruz Jesús derrotó a Satanás. El diablo pensó que había matado al Hijo de Dios, pero en una metáfora de los primeros padres de la iglesia, la expresión es que Jesús fue la carnada, y la cruz el anzuelo que atrapó a nuestro enemigo. Todo el poder demoníaco de infectar, acusar y condenar, se ve derrotado en la cruz y en la resurrección de Jesús de entre los muertos. Segundo: El ángulo humano. La cruz nos revela. Nos escandaliza. Nos parte en dos. Toda autojustificación termina. Hemos ejecutado al Hijo de Dios. “Cuando pienso en la cruz sobre la que murió el Príncipe de gloria, mi ganancia más cara la cuento como pérdida, y vierto desprecio en mi orgullo”. Pero la cruz también revela la profundidad del amor de Dios. Al ver el sacrificio de Jesús, somos transformados: “Si todo el reino de lo natural fuera mío, sería una ofrenda demasiado pequeña. El amor tan sorprendente, tan divino, exige mi alma, mi vida, mi todo”. Tercero, y más misteriosamente: El ángulo divino. La cruz es la obra de Dios para sí mismo, antes que para nosotros. Él reconcilia su justicia y su misericordia. Como dice Lutero, "la santidad y el amor se besan en la cruz". Al morir Jesús en el lugar de los pecadores, la justicia divina se ve satisfecha, y la misericordia divina se extiende. Lo que cambia no es el deseo de Dios por perdonarnos, sino la base sobre la que Él nos perdona (P.T.Forsyth)Conclusión:James Denney escribió que si estuviéramos sentados al borde de un muelle y un hombre se acercara corriendo y gritando: “Te amo, te amo”, y saltara al agua y fuera llevado por la corriente, pensaríamos que está loco. Pero si estuviéramos sentados al borde de un muelle y fuéramos nosotros quienes caemos al agua y somos llevados por la corriente, y un hombre se acercara corriendo y gritando “Te amo, te amo” y saltara al agua y nos salva, le estaríamos eternamente agradecidos. Esto es lo que hizo Jesús por nosotros, que estábamos ahogándonos en el pecado y en el juicio. Allí está nuestra deuda con Él. Le estamos eternamente agradecidos, y debemos expresarlo en la adoración. Es el centro de nuestra fe, y como tal debemos explorar cada uno de sus ángulos para ver la totalidad de la maravillosa y poderosa cruz. Tomado del libro: Lo que todo adorador debe saber.

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