jueves, 31 de julio de 2008

La soberania de Dios y la responsabilidad humana.

Este es un estudio que responde dudas sobre el Calvinismo v.s Arminianismo.

LA SOBERANÍA DE DIOS
Y LA RESPONSABILIDAD DEL HOMBRE

EN EL CASO DE FARAÓN

William Kelly (1)


La TABLA adjunta fue desarrollada a fin de resolver las dificultades de una persona que insistía en el hecho de que si por un soberano decreto de Dios, cierto número de personas solamente serían salvas, por una conclusión natural, el resto, por similar decreto, se perdería, independientemente de cuáles hayan sido sus opiniones o caminos. De seguro que si sacamos nuestras deducciones conforme a las ideas de los hombres, el anterior razonamiento sería ése. Pero la fe no descansa sobre deducciones. Los hombres deducen nociones que a menudo chocan con claros pasajes bíblicos que las contradicen. En la naturaleza tienen lugar muchos fenómenos que vemos y creemos, pero que no entendemos, y acerca de los cuales no podemos razonar. Si nuestras mentes son formadas por la Palabra de Dios y conforme a ella, hallaremos que el hombre es siempre tenido como un ser responsable, y es juzgado y condenado por sus propios pecados, y no por ningún predeterminado decreto de Dios. DESCRIPCIÓN DE LA TABLA Antes de continuar, sería bueno que examinásemos la tabla, la cual presenta de forma notable los propósitos de Dios y la responsabilidad del hombre.
De los 19 pasajes del Éxodo descritos, todas las autoridades están de acuerdo en que nueve de ellas, esto es, los números 1,2,9,12,13,14,15,17 y 18, atribuyen el endurecimiento de Faraón a la voluntad de Jehová. El número 19 no dice nada de Faraón mismo, sino sólo de los egipcios en general.
Los restantes, números, el 6, 7 y 10, atribuyen el endurecimiento al rey mismo.
A estos últimos, debemos, sin embargo añadir el número 16, el cual, ya por la traducción de Young[2], ya por la que realiza la Englishman’s Hebrew Concordance, se trata claramente del acto de Faraón.
El resto, números 4, 5, 8 y 11, mencionan el endurecimiento como un hecho, sin especificar el agente.
El único que falta, el número 3, es exactamente de la misma forma hebrea que los números 5 y 11, y ha de ser añadido a esos números, y son así traducidos por Young, la Vulgata y Arias Montano[3].
Para resumir el endurecimiento de Faraón: nueve veces se lo atribuye al Señor; a lo cual debemos agregar una vez más, el número 19, junto con los egipcios en general; cuatro veces se lo atribuye al mismo Faraón; y cinco veces no se detalla la agencia. RESPONSABILIDAD DE FARAÓN El Señor actúa siempre para su propia gloria y nombre. “Porque la Escritura dice a Faraón: Para esto mismo te he levantado, para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado por toda la tierra” (Romanos 9:17). Sin embargo, el rey de Egipto era responsable, siendo testigos de ello su propio pueblo e incluso las naciones vecinas.
Primero tenemos Éxodo 8:19: “Entonces los hechiceros dijeron a Faraón: Dedo de Dios es éste.” En segundo lugar, “de los siervos de Faraón, el que tuvo temor de la palabra de Jehová hizo huir sus criados y su ganado a casa” (9:20). En tercer lugar “los siervos de Faraón le dijeron: ¿Hasta cuándo será este hombre un lazo para nosotros? Deja ir a estos hombres, para que sirvan a Jehová su Dios” (10:7). En cuarto lugar “También Moisés era tenido por gran varón en la tierra de Egipto, a los ojos de los siervos de Faraón, y a los ojos de los siervos de Faraón, y a los ojos del pueblo” (11:3). Suficiente prueba es esto de que estos juicios estaban en boca de toda clase de personas, hecho más notoriamente acentuado eventualmente por el juicio de los primogénitos. Y más terriblemente aún cuando los egipcios fueron derribados en el mar Rojo, cuando dijo Jehová: “Y seré glorificado en Faraón y en todo su ejército, y sabrán los egipcios que yo soy Jehová” (14:4). Y de nuevo cuando el pueblo dijo: “Huyamos de delante de Israel, porque Jehová pelea por ellos contra los egipcios” (14:25). ¿Acaso esta gran liberación del pueblo de Israel, no constituyó el interminable tema de alabanza desde Éxodo 15 hasta el final de su historia? Léase Salmos 78, 105, 106, etc. TESTIMONIO DE LAS NACIONES VECINAS SOBRE FARAÓN ¿Qué pensaban las naciones vecinas de la liberación de Israel, ya en cuanto a la difusión del Nombre del Señor, ya en cuanto a Faraón mismo? ¿Acaso ellos consideraron a Faraón como un tronco o una piedra, sin ninguna responsabilidad? ¿Acaso lo consideraron como una bestia sin conciencia? Dejemos que la Escritura dé testimonio: TESTIMONIO DE RAHAB SOBRE FARAÓN Primeramente vemos las puertas atrancadas de Jericó con sus cerrojos, y el testimonio de Rahab: “Sé que Jehová os ha dado esta tierra; porque el temor de vosotros ha caído sobre nosotros... Porque hemos oído que Jehová hizo secar las aguas del Mar Rojo delante de vosotros cuando salisteis de Egipto... Oyendo esto, ha desmayado (lit. “se ha derretido”) nuestro corazón... porque Jehová vuestro Dios es Dios arriba en los cielos y abajo en la tierra” (Josué 2:9-11). Lo cual era una reproche a los israelitas por no haber subido desde el primer momento, como si Dios, cuando da una orden, no pusiera las cosas en marcha para su cumplimiento. Esta mujer menciona el paso del mar Rojo, que había tenido lugar cuarenta años antes, como un evento que llenaba de terror a las naciones cananeas. De modo que, desde el principio, el camino estaba abierto en la tierra. TESTIMONIO DE LOS FILISTEOS SOBRE FARAÓN Los filisteos nos ofrecen otro sorprendente testimonio contra Faraón. El arca de Dios estaba con ellos, y se trataba de una cuestión de cómo librarse de ella, y de una ofrenda para Jehová (1 Samuel 6:6). Se convoca a los sacerdotes y a los adivinos. Ellos recomiendan al pueblo “dar gloria al Dios de Israel... ¿Por qué endurecéis vuestro corazón, como los egipcios y Faraón endurecieron su corazón? Después que los había tratado así, ¿no los dejaron ir, y se fueron?” Aquí no sólo tenemos un testimonio del hecho del Éxodo, dado trescientos cincuenta años más tarde, sino también un reconocimiento de los sacerdotes de una nación extranjera, de la perversa conducta de Faraón. Los enemigos naturales de Israel, independientemente de los secretos propósitos de Dios revelados a Moisés, concluyeron que el rey de Egipto fue justamente juzgado por haber endurecido su corazón contra el Dios de Israel. Jehová intervino judicialmente a favor de su pueblo. Y cuando esta intervención tuvo lugar, Faraón, el opresor, rehusó aún reconocer la mano de Uno más poderoso que él, a pesar del testimonio de los hechiceros y de sus nobles, y de la devastación y miseria que había provocado su obstinación. Su sentimiento todavía era: “¿Quién es Jehová, para que yo oiga su voz y deje ir a Israel? Yo no conozco a Jehová, ni tampoco dejaré ir a Israel” (Éxodo 5:2). ROMANOS 9:22-23 Unas palabras más serán suficientes para completar el tema de los soberanos propósitos de Dios y la responsabilidad del hombre. Si leemos Romanos 9, encontraremos que mientras que los elegidos son vasos preparados de antemano para gloria, no es así con los malvados; es decir, que estos últimos no fueron de la misma manera preparados de antemano para destrucción, sino que son juzgados por su conducta. “Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados (kathrtisme‰na) para destrucción, y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que él preparó de antemano para gloria” (9:22-23).
En el caso de los malvados, lejos de haber sido elegidos para miseria eterna, hallamos que Dios los soporta, como vasos de ira, con mucha longanimidad, los cuales no han sido preparados por Él para destrucción, sino que lo fueron por sus propias obras. La palabra katarti˘zw significa corregir, reparar, enmendar. En su forma participia, como está aquí, significa dispuestos, preparados. El vocablo no supone un decreto de Dios, sino una obra del hombre. Si bien es cierto que los cristianos han sido “escogidos en Cristo antes de la fundación del mundo” (Efesios 1:4), y que lo fueron “para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado” (v. 6), y si bien también es cierto que durante sus vidas, ellos reciben el llamado (“a los que predestinó, a estos también llamó” Romanos 8:30), y “no sólo de los judíos, sino también de los gentiles” (Romanos 9:24), no obstante, nunca sería correcto afirmar que los pecadores perdidos fueron elegidos de una forma paralela para reprobación. No. En 2.ª Tesalonicenses 2:11-12, leemos: “Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira, a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia.” Es evidente que los condenados lo son por causa de no haber creído la verdad, y no que ellos fueron elegidos para condenación. Esto nos conduce a otro punto en relación con los malvados. Está claro que hay un endurecimiento judicial de parte de Dios después de mucha longanimidad. Eso es lo que ocurrió con Faraón. Eso fue lo que ocurrió también con la nación judía cuando Cristo estuvo en la tierra. “Engruesa el corazón de este pueblo, y agrava sus oídos, y ciega sus ojos, para que no vea con sus ojos, ni oiga con sus oídos, ni su corazón entienda, ni se convierta, y haya para él sanidad” (Isaías 6:11). Este anuncio profético de su ceguera, escrito más de setecientos años antes, se hizo eficaz a la postre por boca de Cristo. Y Pablo, siguiéndoles por lejanos países, aplicó de nuevo en Roma estas palabras acerca de ellos: “Bien habló el Espíritu Santo por medio del profeta Isaías a nuestros padres, diciendo: Vé a este pueblo, y diles: De oído oiréis, y no entenderéis; y viendo veréis, y no percibiréis” (Hechos 28:25-28). Y ¿no es solemne el hecho de que ésta será la última condición de la Cristiandad apóstata, tal como lo vimos en 2 Tesalonicenses, pero veamos ahora 2:7-12? Una ceguera y un endurecimiento judiciales, después de mucha longanimidad por parte de Dios, y eso por centurias. ¿Habrá acaso alguna persona entre aquellos que vivieron en medio de los privilegios del Evangelio, que le echará la culpa a Dios por esta condenación? No. Toda boca será refrenada, y los hombres partirán a un lugar originalmente preparado, no para los malvados que no se arrepintieron, sino para el diablo y sus ángeles (Mateo 25:41). CONCLUSIÓN Observemos que si bien creemos ambas declaraciones, es decir, la soberanía divina y la responsabilidad humana, no pretendemos reconciliarlas de una manera lógica. Tal vez nunca fue la intención de Dios que hiciéramos tal cosa en este mundo como seres finitos. Hay abundantes paradojas dentro del ámbito de nuestra existencia, que creemos, pero que no conciliamos. Si es así en relación con los asuntos del mundo de abajo, ¿no habrá nada que hayamos de creer sin poder reconciliar dentro de las regiones de arriba? Sometámonos con indubitable obediencia a la Palabra del Dios viviente y confiemos plenamente en ella. Creamos lo que se encuentra en ella, y dejemos que nuestro bendito Señor nos explique las aparentes discrepancias que están allí, si así le place hacerlo. Habrá dificultades, y encontraremos “cosas difíciles de entender”, pero sólo los indoctos e inconstantes las tuercen para su propia destrucción (2. Pedro 3:16). Por último, es perfectamente cierto que aquellos que son salvos, lo son por gracia, en virtud del amor de Dios que los eligió, y que aquellos que se pierden dentro del mismo recinto donde esa gracia opera, se pierden por sus propios pecados solamente.

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